Demonios que juegan, que seducen, que se presentan irresistibles. Irresistibles hasta que conoces su verdad. Hasta que el cóctel hormonal se enfría. Hasta que su espejismo se esfuma y la realidad los desbanca. Pero, demonios, al fin y al cabo.
Demonios que, aún con la sabiduría de las experiencias extracorpóreas, han sido puestos en jaque. Todos mis demonios en jaque. En jaque por un golpe de ternura.