Aquí estoy, adornando un sitio que no es el mío, ocupando un lugar que no me corresponde, invadiendo mi propia intimidad.
Acaparo la parte de mi pensamiento que deberia estar alejada de todo esto y aun así no me parece bastante.
Me vuelvo paranoica, en cada palabra encuentro una sílaba que me señala, y en el punto siguiente me convezco de que no es así.
Me vuelvo ciega, sorda y muda. No hago caso de nada que no me llame por mi nombre, por si acaso es un espejismo. No digo nada por si acaso me equivoco.
Entonces me paro, y corro a visitar a un viejo amigo al que hacía mucho que no llamaba, a pesar de que él siempre se acuerda de mi. Busco el consuelo de las respuestas, pero esta vez él no lo tiene tan claro. Aunque yo no haya pensado en él, el me ha estado observando...és capaz de ver a través de mis ojos, pero no es capaz de entender, él sólo juzga, sólo sabe hacer eso. No es un buen critico de cine, pues las películas le gustan o no le gustan sin más.
Así que dejo que gire la luna...gira gira...y no se detiene. Incluso siento envidia pues no se cansa de andar aunque siempre llegue al mismo sitio. Se complace en el hecho de viajar.
Y reconozco que no me atrevo a mirarla directamente, siempre busco algún lago dónde se refleje. Quízá porque me reconforta la ilusión de que es menos inalcanzable.
Y mi viejo amigo, esta vez permanece callado a mi lado.
miércoles, 10 de febrero de 2010
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