Cada noche es como la primera vez, mis pies caminan nerviosos y un instante antes de salir, mi corazón da un vuelco y mira hacia atrás. La verdad, que no todo el mundo comprende por que sigo haciendo esto, más bien apenas puedo contar con el apoyo de un par de personas. También es cierto, que a veces tengo la impresión que su apoyo no es sinónimo de entendimiento. Pero, ¿quién soy yo para guiarme por unas normas que no inventé?
Mi actitud lidia con la linea de la moralidad, e incluso, mi comportamiento podría parecer irónico...pero ¿qué es la vida sino una ironía? Vives para morir. Al final, tanto a los buenos como a los malos nos comen los gusanos. Perdona que me desvíe, pienso más de lo que hablo, por eso a veces me distraigo de lo que estoy contando. Sé que no entenderás que cuando me subo al escenario, los de abajo no sois personas, para mí tan sólo estáis a mis pies, viendo lo que yo os quiero mostrar. Incluso, un gran porcentaje de vosotros lo estará viendo doblemente. Gritáis y sabéis que llegará lo que deseáis. Me convertís en el objeto de vuestro deseo mientras yo acompaño la música con el ruido de las cremalleras al bajar. Vosotros no lo oís, pero yo me detengo en el sonido de los botones que desabrocho y la ropa que va cayendo. Alguna vez, pícaramente, os lancé alguna prenda. Entonces, pensáis que esa noche estoy especialmente generosa, pero en realidad, tanto sólo quiero despistaros. Y cuando ya no queda sobre mí más que mi piel, la barra se convierte en mi esclava, o al revés, depende de cuantos chupitos me tomé antes de subir. Los curas me niegan el cielo porque dicen que me vendo, no se dan cuenta de lo equivocados que están. Venderse es rendirse a la voluntad de otro por dinero, o por cualquier otro bien material. En mi caso es al revés, yo elijo cuando me desnudo, yo elijo como, elijo los pasos que doy, elijo hasta mi color de pelo en cada show y hasta si me excitaré imaginando que el más apuesto de los presentes sube y le envuelvo en la cortina de humo que tengo formada o si, por el contrario, miraré a todos con desprecio desde mi posición superior.
Sin embargo, amigos, no os confundáis, ser striper no es sinónimo de no tener vergüenza ni siquiera de ser poco pudorosa. La intimidad es algo bien distinto que un escenario dónde las luces, el ambiente, la posición y los litros de alcohol acomodan la realidad a los sueños de todos, pero jamás muestra los lunares de mi cuerpo, ni la tensión en mis músculos, ni siquiera es real la expresión de mi cara. En la intimidad, no hay efectos especiales, desnudarse supone mucho más. No bailo, ni la barra es mi cómplice, y en el show no sólo mando yo. En la intimidad, yo veo la cara del otro, me enfrento a su juicio y al mío propio. Esa clase de desnudo no es comparable, y por tanto, es mucho más valioso. Sé que resulta difícil comprender como una striper puede tener problemas al desnudarse, pero a mí, lo que me resulta increíble que alguien se sienta con el derecho de exigir verte en tu verdad, en tu realidad. Si tanto deseas verme hasta el alma, aprovecha mis shows y juega con tu imaginación, pero mi desnudez real no se vende, ni por una casa, ni por un matrimonio ni por un beso. Si tu te desnudarías delante mía por estar en privado, allá tu con tú, pero yo no te voy a pagar por ello y mucho menos con algo que no vendo.
Por último, para rellenar este escenario, diré que es mucho más difícil desnudar el alma que el cuerpo. Que tomo a las letras como esclavas pero mis sentir lo guardo para las verdaderas intimidades.
El show ha terminado.
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