Era uno de esos días en los que me sentía triunfadora, fuerte e invencible. La carnaza más jugosa para el vil diablo. Ese ente peligroso y maligno que se alimenta de la vanidad. Demasiado feliz para aceptar tratos con el mal y demasiado prepotente para pedir la ayuda divina.
Subió de los infiernos a la tierra para llevarme con él, quería calentarse al fuego de quemar mi espíritu y así empezó todo.
Mi batalla con el señor de las tinieblas data de unos 150 años atrás, cuando por accidente trunqué uno de sus majestuosos planes evitando que un numero de estudiantes se incorporasen a su secta. Desde entonces, me viene persiguiendo y yo me hago la tonta. El quiere mi desdicha, el desea no sólo mi mal sino que pretende corromper mi alma para no tener salvación ni ahora ni en el resto de la eternidad. Cada dos pasos encontraba una trampa, en cada espejo veía su reflejo y de repente huyó.
Ilusa yo pensando que huyó, en realidad estaba preparando la estocada final, la jugada maestra el arma perfecto.
La verdad, no sé exactamente en que momento se me presentó. No sé si siempre fue el o tomó lo que tenía más a mano.
Hizo gala de su gran juego sucio y se disfrazó, me consiguió engañar con su disfraz dulce, inocente y aturdido. Y yo, demasiado confiada, demasiado ilusa fui cayendo en la red de su engaño. Usó la fragancia de los ángeles, que aunque le escamaba la piel cubría su cuerpo de un halo majestuosos y atrapó en su voz la magia de las sirenas.
Por una vez, tuvo la paciencia de los santos, y me esperó sentado, descansando para que todo fuese perfecto y el engaño infalible. Yo creí que me tropecé con el por casualidad, que era yo quien tuvo la iniciativa,que aquello era producto de mi hacer. ¡Cuán engañada me encontraba!
Caí en sus redes, me deje atrapar por la mezcla jugosa del placer y la locura. El éxtasis de las nuevas experiencias y el sabor de la acción. Lo abracé con pasión y olvidé el suelo que pisaba. Y el diablo, embutido en ese cuerpo mortal me devolvió falsas sonrisas ensayadas durante años y siguió esperando oculto, paladeando el azúcar de mis sueños.
Y por fin, cuando mis sueños estaban diluidos en los sudores de su placer empezó a actuar. Tan sutilmente que ni siquiera pensé que estaba cerca. El primer movimiento fue ensombrecer mi conciencia, que poco a poco, fue depositando piedrecitas de culpabilidad en la playa de mi virtud. Y la paya se fue estropeando. Cuando me dí cuenta, quise huir pero todavía no pensé que fuera él y no puse las fuerzas necesarias. El resultado fue que como una mosca en la elaborada tela de una araña me quedé atrapada, con la ficticia seguridad de estar al borde de esa tela. Y cuanto más me movía, mas atrapada me encontraba. Él mientras, sigilosamente seguía tejiendo cuando no miraba. Conseguí sentirme atrapada, cada vez más atrapada pero cuando intento huir no puedo. La tercera vez, planee mi escapada por la noche y le pillé tejiendo, entonces fue cuando se iluminó mi camino. Desde entonces vivo atrapada, cada vez más consciente de que el diablo consiguió engañarme y de que me lleva ventaja en esta partida.
Marcó los goles de la desgana y la tentación y hasta anotó las canastas del sin sentido y anuló mis tantos de la ilusión, la fuerza y el ego. Me ha hecho más pequeña y ha escondido trocitos de mi alma. Ya no sé muy bien quién soy ni qué quiero ni que hago.
Es un plan perfecto, pues aun sabiendo ya que el está detrás de todo no soy capaz de escapar. Me atrae como hechizada a sus manos y no me deja ir. Vivo en un sin vivir, vivo por él y contra él. Sé que es horrible y aún así no puedo separarme. No quiero ir a los infiernos con él y que el se quede conmigo mortalmente es imposible pero no soy capaz de decir basta. Como el drogadicto que sabe que algún día tendrá que dejarlo pero no es capaz. Él se ha convertido en eso, es una droga y una droga muy dura. Soy del diablo porque ha conseguido drogarme.
lunes, 7 de enero de 2013
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