No es tu boca, ni tu lengua, ni tu cuerpo. Ni siquiera el sonido de tu risa.
Podría pensarse que es tu voz. Tampoco es tu voz.
Quizá el movimiento de tus manos, o las caricias que regalas, o las que provocas. Quizá el movimiento de tu pelo, o el de tus caderas. Quizá para alguien que no sea yo. Para mí, tampoco es ninguna de estas cosas.
Pensar que se trata de tus besos y de tus mordiscos no sería descabellado. Si no se tratase de mí.
Tan sólo es saber leer tus miradas. Conseguir ver el fondo de tu alma asomándose a las ventanas de tus ojos.
viernes, 21 de agosto de 2015
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