Aprendí a sobrevivir hace ya muchos años, cuando las aves carroñeras sobrevolaban mi cabellera. Y lo que no aprendí de supervivencia, estoy segura de que llegado el momento, conseguiré saber. Es por eso, que aunque me veas sangrando, o respirando con dificultad, no quiero que muevas ni un sólo músculo hacia la dirección que lleva a ayudarme. Al final, mi supervivencia es asunto mío, una obligación inscrita a fuego al nacer.
Sin embargo, no se me da del todo bien vivir. No sé me da del todo bien sentir más allá del frío, el hambre y el sueño. A veces, incluso me cuesta discernir si lo que estoy sintiendo es dolor, una pesadilla o una mente enferma. Se me da tremendamente mal sentirme viva, y averiguar si estoy despierta, dormida o moribunda. No logré graduarme en la escuela de las atracciones de feria de mi barrio. Desconozco lo que es subirse a la noria o ser víctima de la bruja del tren. No diré que no a quien me muestre como comprar los tickets, siempre que esté dispuesto a montar conmigo en el gusano loco.
viernes, 20 de marzo de 2015
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario