Miento. Miento porque se me da bien. Miento porque es difícil que me descubran. Miento a menudo. Miento casi en cada oportunidad. Miento, pero no como todos los demás. Yo miento por placer. Me regodeo en la mentira, la exagero, la doy forma e incluso la decoro. Yo miento, sabiendo que miento. Y miento más sin darme cuenta. Miento cuando corro y no me canso. Cuando me salto las paradas para repostar. Cuando al caerme me levanto sin haberme hecho un rasguño. Cuando soy la última en cerrar los ojos. Miento incluso cuando quiero seguir andando.
No es energía infinita lo que tengo, es adrenalina. La adrenalina que produce el miedo. Miedo a parar. Miedo a mirar. Miedo a verme. Por eso huyo de la quietud. Por eso invento un nuevo recorrido en cada paso. Intentando dar esquinazo a esa voz interior que no es mía. Evitando detenerme por si la sombra de la realidad me alcanza. Levito creyendo que por eso desaparece el suelo.
Sin embargo, también soy honesta. Soy honesta porque envuelvo a quien me encuentro en mi giro eterno. Porque hago que el mundo crea en lo que yo creo. Porque respeto las mentiras y verdades que me encuentro decorando la ciudad. Porque sonrío a lo que veo y a lo que no veo. Porque esa sonrisa no es mentira. Porque sus antónimas tampoco son mentiras. Porque tan sólo truco el ritmo.
Puede que no esté avanzando, ni haciendo camino, puede que tan sólo esté huyendo. Pero huyo siendo yo misma.
viernes, 20 de marzo de 2015
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario