Y ahora que estoy sola, a años luz de la vida, paro. Me detengo por la fuerza que inmoviliza mis músculos. Superior a cualquier otra fuerza. Más fuerte y potente que un grito ahogado. Más conmovedor que las lágrimas contenidas de unos ojos que miran con amor. Embebida en un torbellino que anula mi voluntad y turba mi entendimiento. Girando sin frenos, adelantando a la luz. Ese es el problema, dejar atrás la luz implica oscuridad. Inmensa y fría oscuridad. Así que me detengo. Sosteniendo una nota imposible en mi garganta. Cargando con mi propio peso. Sola. Débil. Frágil. Cada segundo que soporto esta tempestad sin una mano amiga, me hago más fuerte. Pero la prueba de fuego está demasiado cerca. Es inminente. Quizá me falten segundos de fortalecimiento. Quizá decida flotar sobre mis lágrimas. Quizá simplemente muera hoy para resucitar mañana. Quizá me rinda o quizá suceda un milagro. Al menos, a falta de jarabe, estas letras calman un poco la ansiedad.
jueves, 19 de noviembre de 2015
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