miércoles, 18 de noviembre de 2015
Río de olvido y recuerdos
Se escurre, como el agua entre mis dedos, tu recuerdo. Disueltas en este líquido de olvido viajan tus caricias. Ya no recuerdo como era el tacto de tu piel, ni las huellas que marcabas caminando por mi cuerpo. Tan sólo recuerdo que me gustaba, me encantaba, me estremecía. Mi piel, con su memoria de pez, corre con tu esencia diluida chocando contra otras rocas. Tomando la forma de otros caudales. Sintiendo la presión de otros dedos. Buscando el tacto de otra piel.
Las rocas lo tienen más fácil, con un baño de sol secan las gotas de agua. Con cualquier riachuelo empañan un baño de sol.
Se esfumó el sabor de tus besos en mis labios. Haciendo señales de humo para decir adiós. Una vez más, tan sólo recuerdo que un día eran mi esencia y sin ellos no podía vivir. Nada más.
Sin embargo, la vista debe ser el elefante de los sentidos. Tengo grabada tu sonrisa, tus muecas y como sacabas la lengua pidiendo guerra. Sobre todo, tengo grabado, más imborrable que ninguno, el recuerdo de tus miradas. De todas (o casi) las formas que tenías de mirarme. Me aprendí tus ojos cuando nos queríamos y me traumatizaron sus desplantes cuando te rendiste. Imagino que, incluso, las rocas como tú también tenéis algún elefante.
No nos quedan más recuerdos por hacer, sólo quedan algunos por olvidar.
Tú bajo el sol, con el calor que pedías a las frías aguas del arroyo. Yo desembocando en una laguna, que me sostiene sin romperse y me ayuda a crecer.
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