Menos mal que soy un tipo paciente, porque lo cierto es que mi vida no siempre es fácil. Vivir en una granja da mucho trabajo, sobre todo cuando los animales son tan tontos como los míos. Todo el tiempo les estoy intentando explicar las cosas, enseñar y proteger. Sin embargo, como no entienden, se frustran y se enfadan. Menos mal que estoy yo, sino no sobrevivirían. En especial, me preocupa una de ellos. Solía escaparse a menudo, pero siempre volvía. Yo sé que su problema es que no le gusta estar encerrada y, por eso, la dejaba hacer excursiones por su cuenta. Sin embargo, este año me ha tenido preocupado. Sus viajes han sido más largos y sus estancias, minúsculas. Temo que algún día se pierda y no sepa volver. O que encuentre un hogar mejor y no quiera volver. Como responsable de mi casa, debía estar preparado. La solución ha sido adoptar un nuevo miembro. Al principio, pensé que sería fácil. Con lo bobos que son, no se darían cuenta. Estaba equivocado, así que tuve que probar con varios animales. Por fin conseguí encontrar la sustituta perfecta. Nadie nota ya el vacío de mi pobre viajera. Son felices, dentro de sus limitaciones. Sin embargo, yo, de vez en cuando, sigo acordándome. Tengo la esperanza de volverla a oler y llevarla sobre ruedas. Aunque su recuerdo cada vez es más difuso, cuando paso por la estación, sigo pensando que quizá la encuentre. Hoy tengo la vaga esperanza de que regrese para hacerla sonreír, porque hoy es un día importante. Pero no quiero pensarlo mucho, porque estos idiotas no tienen ni idea de lo que importa, ni de lo que es bueno, ni de nada. Por lo que quizá, tampoco regrese para mi cumpleaños. Guau.
lunes, 30 de noviembre de 2015
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