La noche asusta porque nos pilla antes de lo que nos gustaría. Asusta porque vienen a reunirse enemigos primarios de la supervivencia, como el cansancio, el silencio y la falta de luz. Sin embargo, éstos se reúnen en el único momento del día en que son inocuos. Es más, traen consigo fenómenos únicos que tan sólo llegan para visitar a las estrellas.
Los seres mágicos como los reyes magos y el ratoncito Pérez tan sólo son el reflejo infantil de los sueños que podemos generar de adultos. La noche es el cobijo perfecto para nuestros propios sueños. Sólo entonces se enmudecen las voces del resto de extraños. Sólo entonces el cielo es lo bastante oscuro para pintar con tiza una nana alegre que nos acune para dormir.
Incluso cuando el arropo de la soledad nos hace sentir completamente desnudos y expuestos a los demonios de nuestro propio pensamiento. Incluso en ese momento, la noche se vuelve el escenario perfecto para ponerle freno. Porque no hay más obligación que cuidarte a ti mismo, que pensar en ti. Puedes llorar para dejar la mancha en el día que está terminando y empezar un nuevo día limpio. O puedes confiar que en ese momento el mundo no se mueve, y es tu espacio y lugar para mover ficha. Es tu turno en la partida de ajedrez que la vida te mantiene bajo jaque constante. La partida debe acabar en algún momento, pero por la noche es tu oportunidad de comer ficha o, incluso, avanzar un peón hasta el final del tablero y recuperar lo que perdiste. Es tu oportunidad de llegar al final de la partida dando tú el mate, o al menos, tablas.
Hasta aquí mi relato diurno, aunque sea bajo lámpara. En mi relato nocturno aparecen palabras como brillante luna o sueños mágicos. Yo quiero ser ese abrazo que te cura del frío aunque sea en la distancia. Aunque ni siquiera te toque. Tengo entre las manos un puñado de polvos de hadas que puedo soplar hasta tu ventana. La brisa que mueve las hojas en sus ramas, va cargada de esas especias encantadoras de sueños. Deja que se cuele debajo de la puerta y no huyas si los ruidos que producen no suenan del todo bien. Es difícil entonar una nana bonita cuando se construye un manto protector. Déjate envolver por esa música y busca la armonía en sus notas. Es el sonido de la capa que protege tu alma para que puedas dormir sin tener que vigilarla. Vuela libre sin miedo a quemarte con el sol, con orgullo de todo lo que has logrado. Con el orgullo de estar cansada por haber luchado. Se gane o pierda el mero hecho de luchar merece la recompensa de un buen descanso. Túmbate en el mullido sofá y siente como tu cuerpo va dejando caer su peso. Va descargando la presión del día y el sofá se encarga de sostenerte. Siente el descanso que produce la ausencia de zapatos en los pies. Incluso puedes tocarte un dedo para comprobar que es real, que por fin a llegado la noche para descalzarse de presiones. Dibuja círculos en el aire o estrellas o corazones. Dibuja lo que quieras que el calor de las sábanas lo borrará y te hará la única propietaria de esos momentos. Reposa tu mente sobre un chiste , un recuerdo bonito o una buena serie. Recuerda que tu mente también puede dibujar. Dibuja un cofre dónde puedas guardar el brillo de la luna. O la alegría de las estrellas tintineantes. O ambas cosas. O incluso todo lo que se te ocurra.
Y si todo esto te parece un cuento, léelo antes de dormir. Y si todo esto te parece un chiste, léetelo antes de dormir. Aun si esto parece absurdo e inútil, al menos te entretuvo el tiempo suficiente para robarte un beso sin que te enteres. Total, mañana será otro día.
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