Camisetas geniales!!!

"Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía". (Marcela Lagarde)

jueves, 22 de octubre de 2015

Ese amor...

El tiempo es tan relativo que depende de todo. De todo y de nada. El reloj puede marcar su paso, pero tu decides cuando duran tus días. Y tus noches. Eso cuando puedes, porque como ya se ha mencionado, el tiempo depende de todo, sobre todo el tiempo nocturno. Depende de si estás enamorado o no. De si eres feliz. De si tienes problemas. De si tienes hambre. De si tienes frío.

A mí hoy el frío me empapa los pies y el hambre se agarrota en el estómago. No hay manta ni alimento cuando el enfermo es el corazón. No hay alimento posible para un pobre zombie vegetariano. Mis dedos tocan una piel artificial para ver si olvidan, por un momento, el tacto que tiene su piel. O mejor dicho, para distraer sus ganas de tocarla eternamente. Es un pasatiempo entretenido, tan sólo por un momento. Es un momento largo, por su puesto. Pero un momento. Es el espacio de tiempo en el que tan sólo un par de órganos funcionan albergando los padecimientos de todo el cuerpo. Un par de órganos que expulsan en forma de vómito lingüístico el veneno ingerido por el corazón. Un corazón débil. Un corazón malherido. Un corazón sin cura.

La cura de cualquier corazón moribundo es aquel amor que huele a pasión. Ese que se derrite entre tus manos y sabe a gloria. Es ese amor que implica lucha. Ese amor que agota y hace sudar. Ese amor que tiene el elixir de la vida. Es un amor inconfundible, y yo diría que único. Es inigualable. Ese amor tan puro y elevado que despertará envidias. Incluso entre quienes puedan lograrlo igual o mejor. En aquellos que no pueden lograrlo, despertarán una gran preocupación, pues parecerás un loco ante sus ojos. Y unos por quererte mal, y otros por quererte bien, entre todos te alejarán de lo más maravilloso que puede albergar este mundo. Y esta última frase es la que me impulsa a luchar por ese amor. Porque sólo viviendo y sintiendo ese amor, yo consigo ser feliz.

Sin embargo, vivimos en un mundo civilizado. Un mundo en el que ya tienen definida que es la felicidad para mi. Y para mi desgracia, no es ese amor que tanto ansío. La felicidad que he de buscar, se encuentra en otros parámetros. No en que te hagan subir a las nubes, sino en que no te hagan bajar a los infiernos. En la jaula en la que nací, los amores que te dañan no son buenos. Por mucho que te hagan sentir viva. Por mucho que sean lo mejor que te ha pasado nunca. Aunque te embriague con su felicidad y frescura. Aunque sea lo único en este mundo que sea capaz de distraerte de tus fantasmas y dejarte buen sabor de boca. Aunque sea lo único que haga tus problemas más llevaderos. Aunque sea lo único que te da fuerzas para vivir. A pesar de todo esto, si te hace mal, no merece la pena. Si te pega patadas en la espinilla, no merece la pena. Porque es mejor malvivir con las piernas enteras que ser feliz hasta no poder caminar. Y este punto me asusta tanto, que me planteo dejarme llevar por la corriente. Dejar de dibujar cortes en mi piel a causa de un imposible. A causa de un amor que no me llevará a nada. Un amor que es tan feliz conmigo como sin mí. Un amor que no me quiere aunque pueda dejarse querer. Un amor que no me corresponde en la misma manera. Un amor que tiene de quien alimentarse sin mí.

Así pues me hallo columpiándome en este dilema vital sólo cuando es demasiado tarde. Sólo cuando el miedo al dolor por amar, por sus consecuencias, me lleva por el camino recto. Sólo cuando estoy conducida hacía lo correcto, sólo en ese momento, me tambaleo y replanteo volver. Quizá porque es cuando me siento vacía, al alejarme tanto de ese amor inmenso. Quizá porque me da miedo no volver a vivir. Quizá porque es un punto bastante seguro donde recordar y anhelar ese amor. Seguro porque el camino de vuelta es tan difícil que asemeja más con imposible. Seguro porque es más probable que mi amor se aleje cada día a conseguir aunque sea tocarlo. Es la mejor manera de que el amor no me traicione con patadas, pues en el camino recto nadie comete penaltis ni faltas.

Al final tan sólo me queda la semi-certeza de no morir. De no llevar una mala vida. De una cierta seguridad, una cierta estabilidad y una cierta falta de dolor. Con ello, también me queda la certeza de que no estoy viviendo y no sé si algún día lo haré. Soy presa de mis propias decisiones. Agoté mis esperanzas de felicidad al impedirme soñar por miedo a que los sueños se conviertan en pesadillas.






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