Esa noche intenté dormir sola. En una cama pequeña para no extrañar. Era una cama que invitaba a quedarse. Debe ser por eso por lo que enseguida tuve compañía.
Era una compañía conocida, a la que antes no había prestado atención. Sin embargo, en mi cama se la veía mucho más resultona. Se hizo notar enseguida y de forma algo estruendosa. Los vecinos también sintieron la estrecha unión que formamos.
Aunque yo tenía sueño y debía dormir, quedé supeditada a sus deseos. Pronto la cama dejó de ser una suave cuna donde tener dulces sueños. Se convirtió en campo de batalla ardiente. Tanto ardió que se quedó pequeño, y ella y yo trasladamos nuestro concierto al sofá.
Cuando el sueño se apoderó, por fin, de nuestra música, volvimos al lecho inicial y dormimos.
lunes, 12 de octubre de 2015
Noche en compañía
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