Camisetas geniales!!!

"Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía". (Marcela Lagarde)

martes, 16 de febrero de 2010

miércoles, 10 de febrero de 2010

Mirando la luna

Aquí estoy, adornando un sitio que no es el mío, ocupando un lugar que no me corresponde, invadiendo mi propia intimidad.

Acaparo la parte de mi pensamiento que deberia estar alejada de todo esto y aun así no me parece bastante.

Me vuelvo paranoica, en cada palabra encuentro una sílaba que me señala, y en el punto siguiente me convezco de que no es así.

Me vuelvo ciega, sorda y  muda. No hago caso de nada que no me llame por mi nombre, por si acaso es un espejismo. No digo nada por si acaso me equivoco.

Entonces me paro, y corro a visitar a un viejo amigo al que hacía mucho que no llamaba, a pesar de que él siempre se acuerda de mi. Busco el consuelo de las respuestas, pero esta vez él no lo tiene tan claro. Aunque yo no haya pensado en él, el me ha estado observando...és capaz de ver a través de mis ojos, pero no es capaz de entender, él sólo juzga, sólo sabe hacer eso. No es un buen critico de cine, pues las películas le gustan o no le gustan sin más.

Así que dejo que gire la luna...gira gira...y no se detiene. Incluso siento envidia pues no se cansa de andar aunque siempre llegue al mismo sitio. Se complace en el hecho de viajar.

Y reconozco que no me atrevo a mirarla directamente, siempre busco algún lago dónde se refleje. Quízá porque me reconforta la ilusión de que es menos inalcanzable.

Y mi viejo amigo, esta vez permanece callado a mi lado.

jueves, 4 de febrero de 2010

UN 30 DE SEPTIEMBRE

Él se mostraba próximo, acechando a su víctima.




Como en casi todos los cuentos ocurrió hace mucho tiempo y en un lejano lugar. Cerca del río, miradas furtivas conocieron mi cuerpo desnudo sin permiso, mientras yo, inocente de mi, nadaba soñando con lo que quería llegar a ser. Sentí que alguien nadaba a mi lado, intenté salir y, aunque hacía frío, apenas lo percibí porque entre mis costillas se clavaba un puñal. En el suelo, le vi la cara, riéndose, disfrutando el momento. Yo, consciente de que mis sueños nunca se harían realidad, pedí un último deseo: convertirme en su pesadilla.





En otro lugar y en otro tiempo, alguien puso el despertador y se fue a dormir. Dos horas más tarde comenzó lo que a partir de entonces se iría convirtiendo en un infierno. Sin saber porqué, una extraña sensación de frío invadió su cuerpo, incluso después de haber cerrado la ventana. Sin darle importancia, volvió a la cama.





Cerré los ojos y no vi nada. Cuando pude volver a abrirlos, estaba en un extraño lugar, no sentía el suelo, ni siquiera el puñal. Estaba muerta. Alguien se acercó y, sin mediar palabra, entendí que tenía otra oportunidad. No resucitaría, pero podría volver a la tierra siempre que quisiera.





Estando de nuevo en la cama, en el silencio escuchaba una respiración que pensó suya en un principio, pero al hacerse más profunda se dio cuenta de que no era la suya. Sudores fríos empezaron a recorrer todo su ser, dejó de reaccionar y el miedo invadió todo su ser. Había alguien en la habitación, pero no podía verlo. “¿Será una pesadilla?” se preguntó. De pronto sus esperanzas de que no fuese real se desvanecieron al ver una mano sobre su hombro, mientras un soplido le golpeaba la nuca. Se dio la vuelta todo lo rápido que pudo y…





Al principio, yo pensé que no sería bueno volver y recordar todo lo que había pasado, además, no podría estar al lado de mi familia y mis seres queridos sin decirles nada. Sería demasiado duro. Sin embargo, me acordé de aquel día, de aquel hombre, de aquel puñal. Mi madre lloraba y organizaba manifestaciones para que le condenaran sin ningún resultado. Aquella bestia dejó un halo de desgracia a su alrededor y debía pagarlo.





…y al girarse no había nadie. Sin embargo, sintió una fría punzada en la mano. Al mirar qué sería, sólo vio sangre, sólo dolor. Encendió la luz, hasta ahora apagada porque el miedo le había paralizado, pero seguía sin ver nada. Salió corriendo, y aún herido, cogió el coche intentando llegar al hospital más cercano. Sintió que las fuerzas se agotaban y cuando estaba llegando se dio cuenta de que no viajaba solo. En el asiento del copiloto alguien le miraba la mano, asustado miró también la mano. En el instante en que se dio cuenta de que no tenía nada en la mano, el acompañante desapareció. El hombre paró en seco. Presa del pánico salió corriendo. Después de correr un rato sin rumbo, se dio cuenta de que estaba solo y que nadie creería una historia así…





Y aquí sigo yo. Me duele tanto volverle a ver que no puedo contener las lágrimas. Dando una vuelta descubro que no sólo no tiene remordimientos, sino que guarda celosamente fotos del aquel día. Las lágrimas de dolor se mezclan con la sangre que brota de mis manos al apretar los puños de rabia. Cada vez que le veo sacar las fotos y deleitarse con su obra es como si volviese a morir una y otra vez. Pero esto no quedará así, le haré sentir todo el dolor que se merece.







…y pasaron los meses y cada noche se le volvía más tormentosa. Se había mudado, había cambiado de trabajo, incluso de amigos, pero cada noche volvía aquel ser. Y, sin dejar ninguna huella del sufrimiento que causaba, le hacía retorcerse de dolor y de miedo. Incluso, había intentado suicidarse, pero siempre aparecía aquel ser para “salvarlo”. No entendía nada. No pudo más y se lo contó a la gente más cercana. Sólo una persona le creyó y prometió ayudarle. Buscarían alguna forma…





Una noche, se reunieron él y su hermano. Yo los observaba despacio. Ellos planeaban la forma de acabar conmigo. Una vez más, pretendía volver a destruirme. Pero no sabían que yo ya estaba destruida. Hice mi grandiosa aparición dejándoles boquiabiertos y por más que intentaron no pudieron conmigo. Ahora era fuerte. Aunque fuese invisible, o medio invisible, era fuerte, mucho más fuerte que ellos. Llevé volando a su hermano por toda la casa hasta dejarle fuera, y me encerré con mi enemigo en el cuarto de baño. Estaba atrapado, muerto en vida de miedo. Y entonces me le encaré, sujetando el puñal que un día sujetaba él, y traje el mar a aquella habitación, una gran tempestad que nos envolvía los dos. Nada le salvaría. Yo notaba su miedo y eso me hacía sentirme más fuerte. Tenía la venganza en mi mano. Hasta entonces no me había reconocido, de pronto los dos nos vimos reflejados en el mismo espejo, sin acertar a distinguirnos, dos gotas de agua no se parecían tanto. Yo no había contado con esto. Él tampoco se lo explicaba.





No puedo explicar cómo ocurrió, ni cómo llegamos a descubrir aquel aterrador misterio, pero lo que sí puedo aclarar es que él y yo éramos el mismo ser. La mano que sujetaba el puñal en el río era la mía, fui yo quien decidió que no viviría más. Pero en el último momento me arrepentí y como ya era demasiado tarde al pedir el deseo mi alma se dividió en dos, una parte se hizo espectro, y la otra…la otra se convirtió en hombre y durante estos meses he vivido atormentada en dos cuerpos diferentes sin ser consciente de que yo era mi propio tormento.


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UN 30 DE SEPTIEMBRE by Laura Núñez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.