Camisetas geniales!!!

"Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía". (Marcela Lagarde)

martes, 15 de julio de 2014

Escribo...

Escribo por no llorar, dejando que mis dedos suden esas lágrimas.
Lágrimas de impotencia,  por ver día tras día lo que he perdido. Chocarme de frente con la realidad de lo que antes tenía y ahora anhelo. Impotencia por haber intentado todo lo que sé sin que el árbol diera su fruto. Quizá a este tipo de planta no le gusta el agua salada.

Escribo por no dormir invocando pesadillas, dejando que los malos sueños se queden en este cuadro.
Hace ya bastante tiempo que mi subconsciente no se altera sólo por las noches. Como hoguera en cenizas voy atizando poco a poco las brasas que me queman. Con el sol como testigo, voy haciendo malabares con los recuerdos, con el presente y con el futuro. Ofrezco un espectáculo grotesco que dibuja sombras tenebrosas. ¿A qué hora las pesadillas se van a comer? Ojalá se fueran, aunque sea de vacaciones... Quizá sea la avaricia quién me obliga a acaparar malos sueños de sol y luna.

Escribo por no cortarme las venas, dejando que supure el corazón.
Porque duele no encontrar mi sitio. Me desgarra el alma, como si en lugar de haberme perdido yo, haya sido mi sitio el que han arrancado de mi piel. No soy la única que se da cuenta de lo valiosa que era mi vida. Ella también. Incluso ellos. Ella desplazándome sigilosamente, copiando lo que llega a ver desde su pequeña posición de segundona. Desde ese odio que acumula la envidia, o la impotencia, o la mala publicidad interna. O eso creo yo. Lo curioso, al fin, es que ha abarcado mis amigos, aquellos que comparados con los suyos eran magníficos. Ha acaparado mis hobbies, aquel que aún hoy sigo realizando yo mejor. Hasta necesito encontrar su hueco al lado de a quién quiso sólo para ella. HIJA PUTA!! RATA INMUNDA!! Perdonad que me salga del tono, pero maldita sea. Es una rata ponzoñosa llena de rabia que no ha dudado en provocar el mal. Siempre cobarde, escondiéndose de sus propios actos. Qué ingenua fui tratando de entender, justificando las malicias y tratando de ayudar. Que inocente defendiendo a quien estaba esperando la ocasión de pagarme con una puñalada trapera. Que cabrona ha sido siempre, aprovechando cualquier ataque para en lugar de defenderme, atacarme ella. Se desborda la bilis de tanto tiempo y esfuerzo perdido. Tonta e imbécil deben ser mis marcas. Pues aún teniendo quién me entrenase en casa, volví a caer en el terreno de juego. Esa cancha dónde todo vale que es la vida. No quiero más voces que justifiquen todo con el pecado de la envidia. Que no!! Que yo también encontré personas que me parecían en mejor situación y no las putee por eso. Valientes arrogantes creerse con el derecho de juzgar quién se merece qué! Mi cuerpo arde por dentro, la lava se derrama a borbotones porque tanto odio no cabe en un sólo corazón. Porque los corazones están hechos para amar, pero cuando los maltratas y acorralas no tienen más remedio que morder. Y la perjudicada siempre es la misma, yo.

Escribo por no saltar por la ventana, dejando que mi alma vuele a otra realidad unos momentos.
Lo que entiendo de las leyes de este universo giratorio me provoca un tremendo asco. Puede que esté tan mareada que haya perdido la perspectiva que me ilustraba y esté confundiendo la realidad. Sin embargo, lo más triste es que lo único que tengo claro es que de lo que más me arrepiento es de haber sido demasiado buena. Puede parecer típico, la voz victimista siendo un adaptado Jesucristo. No, no tengo intención de ser beatificada. He tomado malas decisiones y obrado con maldad en alguna ocasión. Y después de tantos años, de lo único que me arrepiento profundamente es de las cosas que hice un gesto de excesiva bondad. Quedarme a un lado para que la pobre pudiera ser feliz (maldita sea yo, puta desgraciada en mi ingenuidad). Vender como si fuese una joya a quién me hacía llorar y limitaba mi vida, sólo para que la integran completamente, y pudiese compartir la misma suerte que yo con las amistades. Callarme malas noticias para poder contarlas en un momento oportuno, cuando pudiese consolar. Maldita sea quienes me educaron en la necesidad de hacer el bien. Maldita conciencia obediente. Aunque por otro lado...¿qué mierda de mundo es éste en el que las buenas acciones vienen acompañadas de tremendos desastres? Nadie puede osar pedirme que me guste un mundo dónde se defiende la bondad, pero nos muelen a latigazos cuando la sacamos a relucir. Vaya mierda de leyes humanas, ¿no os dais cuenta de lo ilógico que es?
Quizá estoy equivocada, y mis actos no eran bondadosos sino soberbios. En tal caso, el pecado capital justifica el castigo. Pero, ¿cómo identificarlo cuando mi intención era hacer más feliz a los demás? Tan sólo quería que fuesen tan felices como yo. Y, por desgracia, lo he logrado. Son felices porque me han arrancado de cuajo mi dicha y se la han quedado otros.

Escribo, sobre todo, por no morir, dejando que las letras resuciten mis sentimientos.
Que resuciten para ver si se van por su propio pie. He recorrido mucho en busca de la fórmula secreta para acabar con este dolor. Y tan sólo puedo decir que no hay nada que yo pueda hacer. Estas emociones son un peso muerto, muerto y mojado. Una losa que va machando mi ya frágil espalda. Cuando miro hacia adelante, la vista se enturbia. Lo que me espera mañana es dolor. Al siguiente día, más dolor. Y después, más dolor. Esta agonía no disminuye pero yo envejezco demasiado deprisa. Cada vez soy más débil para sostener el peso de la vida, de volver a hacerme. No me gusta lo que me depara el futuro. ¿Cómo voy a querer estar allí? Vanas palabras de ánimo. Lo siento, pero ya es hora de que el mundo entienda, que es lícito y valiente luchar frente a las dificultades cuando queda esperanza. Por que por muy duro que sea el camino te diriges a un lugar dónde quieres ir. El lugar que a mí me espera no me gusta, me hiere, me golpea fuertemente y no puedo respirar allí. No hay camino que me lleve de vuelta al mundo en el que sabía vivir. Todos los caminos llevan a Roma, y esta Roma me martiriza.