Camisetas geniales!!!

"Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía". (Marcela Lagarde)

viernes, 20 de marzo de 2015

Aprendí a sobrevivir hace ya muchos años, cuando las aves carroñeras sobrevolaban mi cabellera. Y lo que no aprendí de supervivencia, estoy segura de que llegado el momento, conseguiré saber. Es por eso, que aunque me veas sangrando, o respirando con dificultad, no quiero que muevas ni un sólo músculo hacia la dirección que lleva a ayudarme. Al final, mi supervivencia es asunto mío, una obligación inscrita a fuego al nacer.

Sin embargo, no se me da del todo bien vivir. No sé me da del todo bien sentir más allá del frío, el hambre y el sueño. A veces, incluso me cuesta discernir si lo que estoy sintiendo es dolor, una pesadilla o una mente enferma. Se me da tremendamente mal sentirme viva, y averiguar si estoy despierta, dormida o moribunda. No logré graduarme en la escuela de las atracciones de feria de mi barrio. Desconozco lo que es subirse a la noria o ser víctima de la bruja del tren. No diré que no a quien me muestre como comprar los tickets, siempre que esté dispuesto a montar conmigo en el gusano loco.

Miento

Miento. Miento porque se me da bien. Miento porque es difícil que me descubran. Miento a menudo. Miento casi en cada oportunidad. Miento, pero no como todos los demás. Yo miento por placer. Me regodeo en la mentira, la exagero, la doy forma e incluso la decoro. Yo miento, sabiendo que miento. Y miento más sin darme cuenta. Miento cuando corro y no me canso. Cuando me salto las paradas para repostar. Cuando al caerme me levanto sin haberme hecho un rasguño. Cuando soy la última en cerrar los ojos. Miento incluso cuando quiero seguir andando.

No es energía infinita lo que tengo, es adrenalina. La adrenalina que produce el miedo. Miedo a parar. Miedo a mirar. Miedo a verme. Por eso huyo de la quietud. Por eso invento un nuevo recorrido en cada paso. Intentando dar esquinazo a esa voz interior que no es mía. Evitando detenerme por si la sombra de la realidad me alcanza. Levito creyendo que por eso desaparece el suelo.

Sin embargo, también soy honesta. Soy honesta porque envuelvo a quien me encuentro en mi giro eterno. Porque hago que el mundo crea en lo que yo creo. Porque respeto las mentiras y verdades que me encuentro decorando la ciudad. Porque sonrío a lo que veo y a lo que no veo. Porque esa sonrisa no es mentira. Porque sus antónimas tampoco son mentiras. Porque tan sólo truco el ritmo.

Puede que no esté avanzando, ni haciendo camino, puede que tan sólo esté huyendo. Pero huyo siendo yo misma.

martes, 17 de marzo de 2015

Buceando yo encontré

El placer de deleitarse con un largo recorrido a la temperatura adecuada. Ese es el placer que mantiene mi instinto de supervivencia intacto. Esta vez se trataba de una inmersión. Buceaba en un mar de palabras inventadas que describían una realidad ajena. Aunque no por ajena resultaba completamente desconocida. Paradójicamente, cuánto más avanzaba hacia el fondo, menos me costaba respirar. Mis pulmones ganaban espacio con cada letra que avanzaba y el mundo exterior se iba difuminando en mi mente. De repente, cuando lo que me rodeaba me importaba menos que llegar a la piedra más profunda de aquel valle inundando de frases inauditas, ocurrió lo inesperado. En realidad, ya lo había imaginado con anterioridad, como un fugaz sueño que apenas recuerdas al despertar. Tenía la certeza de que acabaría dando con ello, pero era una certeza del mundo que había dejado en la superficie. Y como todas las cosas no sumergidas, esa certeza no se encontraba conmigo en ese momento. No lo vi venir, pero lo reconocí enseguida cuando lo toqué. El tacto era suave y en ese contexto, si se me permite excepcionalmente este robo, se podría decir que eléctrico. Como enchufar un sueño en la realidad o la realidad en un sueño, surgió de aquel contacto una emoción chispeante. Como la indescriptible sensación de un químico que consigue una nueva aleación mezclando la cantidad exacta de varias sustancias. Como el deportista que alcanza el objetivo combinando todos los músculos de su cuerpo. Sin embargo, cualquier acontecimiento que parezca real tan sólo podría acercase a la sensación experimentada. Para lograr una ilusión más exacta, sería necesario además rozar un poquito la irrealidad. El espejo de cuento que separa el lado mágico del lado que nos resulta más familiar. Y allí estaba yo, entre dos mundos incompatibles, disfrutando de la magia que desprendía ese instante de conexión. El calor inundó mi alma y un rayito de alegría dibujó una sonrisa en mi cara. Inmediatamente, tuve que subir de mi nube sumergida a la superficie. El mundo real seguía siendo el mismo, pero en mí se habían producido algunos cambios. Se mezclaron los hemisferios imaginario y real de mi cerebro en un cóctel embriagador de felicidad. Un chorrito de realidad convertida en ficción removido con fantasía convertida en realidad.

Ahora, tan sólo me queda el recuerdo, pues algo tan intenso no sería recomendable experimentarlo durante demasiados minutos. Me queda el abrigo, la ilusión y la sonrisa. Y, por si me olvido, también me queda este texto.

martes, 10 de marzo de 2015

Querido amigo...

Tengo un amigo despistado que no se acuerda nunca de mi cumpleaños. Ni de los momentos más importantes de mi vida. Tiene el don de la inoportunidad, viniendo enfadado a gritarme cuando se está difuminando la melodía que me mantiene cuerda. Caprichoso, sin sentido, incluso inaguantable cuando se esfuerza. Un completo desastre distraído que, confundido, se alía con mis enemigos dando patadas a mis amigos.

Aún así, aunque a veces se me olvida, procuro cuidarle bien. Le mimo de vez en cuando, pero disimuladamente, para que no se vuelva demasiado melindroso. La razón es que dentro de su algarabía incomprensible, es el único capaz de reconquistarme una y otra vez. Aleatoriamente, se olvida del día en el que vive y decide agasajarme con lo mejor que encuentra por ahí. Puede por ejemplo, dejarme a los pies el tesoro que algún pirata ingrato desdeñó. O encontrar entre las calles de la ciudad unas manos que me acaricien la espalda dejando huellas con las uñas. Otras veces, me atrapa de repente y me secuestra dentro de una pastilla efervescente. Es increíble el cosquilleo que producen las burbujas al resbalar contra la piel. Harían faltan al menos 20 diccionarios para encontrar una descripción que se acercase al fenómeno producido. Sólo él es capaz de traerme tantos regalos de felicidad...Cuando está inspirado se queda sin dormir, organizando las burbujas para que pueda flotar sobre ellas. O rellenándolas de chocolate para mí.

Después de mucho tiempo soportando sus ronquidos y consolando sus pesadillas, se ha despertado de su siesta y ha decidido regalarme litros de sensaciones, de buenas sensaciones.

Al final, siempre consigues que no te pueda odiar. Que no te eleve demasiado el ego, pero brindo por muchos años juntos, querido karma.

lunes, 2 de marzo de 2015

Extraño gris...

Palabras que se van amontonando. Durante años dando forma a lo intangible. Como un recuerdo, un sueño, una invención. Palabras que podrían contar la historia de aquel extraño que no sabía hablar. Me encontré con él dando tumbos una noche como cualquier otra y no pude evitar fijarme en sus ojos brillantes. No es un tipo común, de esos que sonríen y te miran arrogante. Más bien tiene un aura grisácea, pero tan raro él, no transmite esa tristeza de los tonos sin vida. Aunque no es un ser solitario, a menudo se escapa de la ciudad en busca del horizonte del que los edificios le privan. Camina dudoso, dando vueltas sin prisa, observando las luces cada vez más pequeñas. Después se sienta en un banco cualquiera y acerca la llama del mechero a un cigarro de su boca. Como si llevase todo el día esperando, toma la primera calada cerrando los ojos con fuerza. Si alguien fuese testigo de aquel paisaje, diría que siempre estuvo allí, inmóvil, en armonía con el resto de los elementos. En cambio, su alma opina diferente. El humo del cigarro va causando efecto en su cuerpo, apaciguando el frío de la noche. El silencio de la soledad le permite escuchar su interior, que poco a poco se olvida del día y sólo ve el movimiento acompasado de las manos y los labios al fumar. Cuando únicamente queda ceniza, se descubre sonriendo y permanece quieto unos minutos, disfrutando de la paz que le rodea y del sabor que dejó el pitillo. Antes de que amanezca, muy a su pesar y con las botas embarradas, se obliga a volver a casa, a la rutina, al reloj y a las calles sin horizonte.