Camisetas geniales!!!

"Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía". (Marcela Lagarde)

domingo, 17 de febrero de 2013

Adicta

La lucha siempre está en el mismo lugar. Se sitúa en el frente que divide lo presente y lo futuro. Todos buscamos momentos embriagadores que alejen nuestra alma de nuestra vida. Una vida cotidiana, que la sobriedad apaga.

El camino, consiste en buscar nuestro propio elixir embriagador. Uno que sea lo más inocuo posible. Uno que no nos presente problemas. Pero estas patatas saladas se frieron en aceite de requemado. Y aparece un camino fácil, e inmediato. El alcohol. En el presente alivia soledades, depresiones, problemas y hasta te convierte en lo que no te atreviste a ser. Y aún no curando nada, simplemente te proporciona ese pequeño éxtasis que le falta a tu vida.

Sin embargo, nada es gratis. Las copas se adueñan de tu vida, mientras dura son tus dueñas y cuando pasan dejaron sus huellas. Permuta tu psique y tu físico. El entorno se vuelve diferente. Todo cambia y el cambio siempre pide más.

Tras varias nieves, en el frente comienza la batalla. La consciencia llegó para avisar del peligro. Y el alcohol se alió con la adicción.

Te sientes genial cuando vences alguna batalla, pero el halo embriagador no abandona la llamada. Los "¿Por qué no?" luchan contra los "Sé que no está bien.". Joder, ¿dónde se separa el límite del placer y el perjuicio?.

Saber que no es lo que quieres pero que te atrapa. Un bucle infinito al que he decidido ponerle un break  y algún día tendré que quitarle los "if...then...else".

Él

Desde la punta del tacón, sube por las caderas, toca la espalda y desemboca en ese escalofrío inigualable en la nuca. Un recorrido repetido tantas veces que ya apenas dura un segundo. Pero es un segundo tan intenso... Le intento esquivar, le intento evitar y cuando le veo no le miro a la cara, pero ha acariciado tantas veces los contornos de mi piel que se cree dueño. No responde a mis órdenes. No responde a mis ruegos. Me deja sola e indefensa. Me atrapa y me abrazada cambiado el calor que profesaba por un frío inquietante.

La lava candente ruge en el interior del volcán. Espera el momento oportuno para salir a quemar la superficie terrestre. Deslizándose lenta y blandamente. Podría parecer que son caricias. Que como una lengua roja va lamiendo la áspera superficie terrestre. Cubre de intensidad el triste color oscuro de las rocas. Entonces la tierra cobra vida, late. No existe más vida que el ardiente manto que va expandiéndose. El calor lo envuelve todo y lo desvanece. Sólo el candor de esas caricias rojas. Donde se fusionan la capa inferior de lo interno con la capa superior de lo externo. La excitación de los gases deja el hilo de pasión que aunque se enfríe, deja permanente un paso un poco más alto.

Y después, sólo queda el daño producido. Hermoso por su grandeza. Triste y apagado.

jueves, 14 de febrero de 2013

El bosque (Capítulo I)

Es un bosque de esos salvajes que nos deleita sólo imaginarlo. Uno de esos que se pintan en sueños, que la cinematografía idealiza y la literatura detalla en los pasajes bellos de los libros. Yo había hablado alguna vez de esta gran extensión maravillosa, pero siendo escéptica como soy, no tuve más remedio que no creerlo. Sin embargo, uno de estos días en los que me encontraba perdida decidí poner rumbo hacía el supuesto lugar, simplemente por viajar con un destino. Quizá, en el fondo, lo que me impulsó fue la lejanía y sobre todo, tener una ocupación durante el largo trayecto. Una duda inofensiva, que llena la mente impidiendo que atraquen barcos indeseados.

Después de más de veinte días de viaje, ante mis ojos pude comprobar la existencia de aquel bosque. Al principio, me pareció hermoso, enormemente hermoso. Incapaz de albergar el mal en cualquiera de su forma. Ni siquiera parecía que pudiese haber anímales carnívoros. ¡Que tontería! Me advirtieron también, que el bosque era muy peligroso, que podía quedarme atrapada. Y de nuevo, no creí. Pensé "Yo no, esas cosas sólo les pasa a los descuidados.". Y atrapada o no, lo cierto que es que llevo ya varios años aquí, tan absorta en lo que siento que hasta hoy no se me ocurrió dejar constancia en estas notas.

Lo que más me sorprende de este lugar, es que, en contra de lo que esperaba, no encontré gran variedad de especies. Apenas existía fauna y los árboles todos pertenecían a la misma especie. También me habían informado de esto, pero una vez más mi escepticismo tuvo que tragarse sus palabras. Cuando entré en el bosque, todos los árboles, eran verdes y frondosos. Todos iguales, de la misma especie. De pronto, mi nueva obsesión fue encontrar algo diferente, variedad en esa inmensidad verde. Sin darme cuenta, el camino se fue difuminando y acaba internada en aquel inhóspito lugar. Día y noche dediqué a estudiar aquella extraña vegetación. Y un día me rendí, y me dí cuenta de que llevaba ya varios meses sin comer ni beber y no había perdido ni un gramo, ni tenía hambre, ni tenía sed. Empecé a darme cuenta entonces, que aquello no era un lugar normal, no podía sino ser un espacio mágico. Y dormí hasta que una voz me despertó. Me levanté sobresaltada pero hay no había nadie. Pensé que habría sido un sueño, entonces volví a oír la voz. Al ver de dónde provenía, el pánico palideció mi rostro. Eran los árboles los que armaban esa algarabía. Pensé que había enloquecido, y por un momento me importó, pero pronto me di cuenta de que en ese lugar de poco me servía estar cuerda.

Una vez recuperada de aquel impacto, fui conversando con ellos, y me hicieron ver que había sido una observadora poco hábil. Aunque pertenecían a la misma especie ninguno era igual a otro, unos mas grandes, otros más verdes, unos con más hojas, otros con las ramas en lo alto y otros con las ramas más abajo. ¡Eran iguales y completamente diferentes! Cada vez estaba más segura de que había perdido completamente la cabeza.