Camisetas geniales!!!

"Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía". (Marcela Lagarde)

lunes, 30 de noviembre de 2015

Mi viajera

Menos mal que soy un tipo paciente, porque lo cierto es que mi vida no siempre es fácil. Vivir en una granja da mucho trabajo, sobre todo cuando los animales son tan tontos como los míos. Todo el tiempo les estoy intentando explicar las cosas, enseñar y proteger. Sin embargo, como no entienden, se frustran y se enfadan. Menos mal que estoy yo, sino no sobrevivirían. En especial, me preocupa una de ellos. Solía escaparse a menudo, pero siempre volvía. Yo sé que su problema es que no le gusta estar encerrada y, por eso, la dejaba hacer excursiones por su cuenta. Sin embargo, este año me ha tenido preocupado. Sus viajes han sido más largos y sus estancias, minúsculas. Temo que algún día se pierda y no sepa volver. O que encuentre un hogar mejor y no quiera volver. Como responsable de mi casa, debía estar preparado. La solución ha sido adoptar un nuevo miembro. Al principio, pensé que sería fácil. Con lo bobos que son, no se darían cuenta. Estaba equivocado, así que tuve que probar con varios animales. Por fin conseguí encontrar la sustituta perfecta. Nadie nota ya el vacío de mi pobre viajera. Son felices, dentro de sus limitaciones. Sin embargo, yo, de vez en cuando, sigo acordándome. Tengo la esperanza de volverla a oler y llevarla sobre ruedas. Aunque su recuerdo cada vez es más difuso, cuando paso por la estación, sigo pensando que quizá la encuentre. Hoy tengo la vaga esperanza de que regrese para hacerla sonreír, porque hoy es un día importante. Pero no quiero pensarlo mucho, porque estos idiotas no tienen ni idea de lo que importa, ni de lo que es bueno, ni de nada. Por lo que quizá, tampoco regrese para mi cumpleaños. Guau.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Triquitruco

Triqui, truco, triqui. Triqui. Truco. Atrancadas las palabras. Una multitud alborotada, formando cientos de abecedarios desordenados. Nadie sabe si bailan, pelean o buscan la salida. Nadie sabe si celebran o todo lo contrario. Sólo se sabe que están ahí. Existiendo en el mundo de lo irreal.
Brim, brum, brem. Las que se van no vuelven. Jamás vuelven. Escapan saltando por la ventana sin mirar atrás. Se marchan para siempre.
Patapim, patapam, patraña. Caraleña, petritroso, bilipendio. Movimientos incoherentes que describen la armonía de la relativa libertad. Abandonan los sentidos en formato electrónico.
Akjilejlkasn.amxñxkjfoiaejalsdfnv kiurelmiojñkeaslijeqñkjoqjlkjdaiue dfjahiooñaknv . O lo que es lo mismo, me voy a dormir que es tarde y ya sacie la morriña del teclado.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Una vez más

Una vez más veo despuntar el alba involuntariamente. Con la compañía no elegida de quien me obliga. Indolente y desalmado, me atrapa y me condena.
Una vez más, llegó sin avisar y no fui capaz de echarle. Vino a perturbarme y dejarme su recuerdo. Cuanto más fuerte estoy, menos se va. Se nutre de mí hasta que estoy completamente agotada. Entonces, se esfuma y se olvida de que estuvo aquí.
Una vez más, agoté todos mis trucos sin resultado. Una vez más, puto insomnio.

martes, 24 de noviembre de 2015

Un tipo especial

Su rumbo estaba limitado de ante mano. Al nacer se esfumaron muchos sueños y otros tantos no se atrevieron a surgir. Las fantasías inalcanzables se volvieron más lejanas para él. Sin embargo, nadie contaba con la existencia de otros mundos. Mundos en los que existen muchos más sueños y más diversos que los que todos conocemos. Él pertenecía a uno de esos hábitats. Tenía la gran capacidad de pensar en plural con poco esfuerzo. Algunos tuvieron la gran suerte de presenciarlo. Ajeno a las miradas altivas y paciente con los ignorantes, iba regalando sonrisas y genialidad en el metro. Iba uniendo a los que estaban a su alrededor. Y, como cada tarde, sin esfuerzo, llevó un poco de humanidad al frío transporte público. Un ejemplo de vida. Un ejemplo de que, a veces, menos es más. Mucho más.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Ven

Ven aquí, que te estoy esperando. Quiero dejar de imaginarte, dejar de pensarte. Ven y hazme uno de tus bailes hipnóticos. Ven para que pueda echarte. Ven pero no para quedarte. Ven para despedirte para siempre.

Parada

Y ahora que estoy sola, a años luz de la vida, paro. Me detengo por la fuerza que inmoviliza mis músculos. Superior a cualquier otra fuerza. Más fuerte y potente que un grito ahogado. Más conmovedor que las lágrimas contenidas de unos ojos que miran con amor. Embebida en un torbellino que anula mi voluntad y turba mi entendimiento. Girando sin frenos, adelantando a la luz. Ese es el problema, dejar atrás la luz implica oscuridad. Inmensa y fría oscuridad. Así que me detengo. Sosteniendo una nota imposible en mi garganta. Cargando con mi propio peso. Sola. Débil. Frágil. Cada segundo que soporto esta tempestad sin una mano amiga, me hago más fuerte. Pero la prueba de fuego está demasiado cerca. Es inminente. Quizá me falten segundos de fortalecimiento. Quizá decida flotar sobre mis lágrimas. Quizá simplemente muera hoy para resucitar mañana. Quizá me rinda o quizá suceda un milagro. Al menos, a falta de jarabe, estas letras calman un poco la ansiedad.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Río de olvido y recuerdos

Se escurre, como el agua entre mis dedos, tu recuerdo. Disueltas en este líquido de olvido viajan tus caricias. Ya no recuerdo como era el tacto de tu piel, ni las huellas que marcabas caminando por mi cuerpo. Tan sólo recuerdo que me gustaba, me encantaba, me estremecía. Mi piel, con su memoria de pez, corre con tu esencia diluida chocando contra otras rocas. Tomando la forma de otros caudales. Sintiendo la presión de otros dedos. Buscando el tacto de otra piel. Las rocas lo tienen más fácil, con un baño de sol secan las gotas de agua. Con cualquier riachuelo empañan un baño de sol. Se esfumó el sabor de tus besos en mis labios. Haciendo señales de humo para decir adiós. Una vez más, tan sólo recuerdo que un día eran mi esencia y sin ellos no podía vivir. Nada más. Sin embargo, la vista debe ser el elefante de los sentidos. Tengo grabada tu sonrisa, tus muecas y como sacabas la lengua pidiendo guerra. Sobre todo, tengo grabado, más imborrable que ninguno, el recuerdo de tus miradas. De todas (o casi) las formas que tenías de mirarme. Me aprendí tus ojos cuando nos queríamos y me traumatizaron sus desplantes cuando te rendiste. Imagino que, incluso, las rocas como tú también tenéis algún elefante. No nos quedan más recuerdos por hacer, sólo quedan algunos por olvidar. Tú bajo el sol, con el calor que pedías a las frías aguas del arroyo. Yo desembocando en una laguna, que me sostiene sin romperse y me ayuda a crecer.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Mi pared destruida

Fui dando golpecitos contra la pared. Lo hice con mi puño de martillo. Cuando me aburría, daba un par de toques suaves. Cuando estaba cansada, daba muchos toques sin apenas fuerza. Cuando la ira o la frustración se apoderaba de mí, daba tres golpes tremendamente fuertes. Y así fue como el día que quise poner un bonito cuadro, sólo quedaba un enorme hueco.

jueves, 12 de noviembre de 2015

De persona a gaviota

Hoy amanecí persona y me acosté gaviota, pasando por lombriz. Casi como cada mañana emprendí camino rumbo a mi trabajo. Sin embargo, hoy era distinto. Se avecinaba una tormenta que hacía peligrar el alumbrado de toda la universidad. Y, efectivamente, la tormenta llegó. Se llevó por delante unas cuantas bombillas y algunos cacharros más.
Sin embargo, la oscuridad a que me vi obligada a soportar me obligó a abrir más los ojos. Levantarme de mi mesa y observar mi alrededor. Un alrededor que convive conmigo constantemente, pero a penas presto atención. Una vez más, granuja la vida, presentó una paradoja. Conseguí ver a ciegas, lo que la luz no mostraba.
Encontré el rincón de las cosas perdidas. Donde se guarda aquello que no usas a diario. Que, aunque inútil, una extraña fuerza interior impide que vaya a la basura. También pude recordar el motivo que llevaron esos objetos al rincón del olvido. Tan sólo dejé algunos. Otros se los llevará esta noche el camión de la basura.
Percibí el olor del miedo a lo desconocido, a la variabilidad de la rutina y la tensión de no saber el tiempo que llevará restaurar la normalidad. Lo percibí claramente, tan claro como si lo tuviera al lado. También escuché algún llanto por algún ordenador que se apagó antes de guardar el trabajo. Y vi salir del escobero a un par de despeinados.
Puse mi objetivo en conquistar ese momento. Una noche diurna en un lugar que apenas conocía si me sacaban de mi camino. Me olvidé de coger el abrigo, las llaves, el móvil y dejé para mañana todo lo que tenía que hacer y lo que surgiese. Corrí con ansia hasta el edificio contigo, frenando en seco ante la puerta. Preguntándome qué esperaba encontrar y si estaba preparada. Hice lo mismo con cada edificio. En el último, la puerta estaba cerrada. Después de todo el esfuerzo que había realizado entre la multitud astiada y escandalizada por los cortes de luz, me parecía una decepción no entrar en el último edificio. Decidí entrar por la ventana. Sin muchas ganas, con aburrimiento y por inercia. Sólo por ser el único que quedaba. Aunque me aturdía la sensación de parecerme a mi hijo pequeño buscando aventuras tontamente, cuando ya no tengo imaginación. El portero estaba allí. Creo que a él también le recordé a un niño pequeño. Sin embargo, sacó una pequeña sonrisa desganada para agradecerme que llegase a hacerle compañía. Aquel hombre siempre me pareció aburrido y soso. Pero hoy, con mis ojos de niña aventurera, resultó bastante interesante. Con la escusa de buscar los plomos y dar la luz, me condujo a un refugio secreto bajo el suelo. Al principio no quería, pero tuve que aceptar su consejo. Así que me convertí en lombriz. De este modo, la humedad y estrechez de los pasillos era más llevadera. La sensación de arrastrarse sobre la suciedad no terminaba de compensar las ventajas de ser lombriz. Vino la luz, pero el muy...pi...no quiso enseñarme a desconvertirme. Me cogió con desprecio, ya con forma de hombre, y me dejó en el jardín. Me arrastré murmurando maldiciones y envenenándome con palabrotas hacia la salida de la universidad. Obviamente, no iba a aparecer así en mi despacho. Por el camino, me encontré un trébol de cuatro hojas. Me quedé anonadada. Nunca había visto uno, por más que había buscado. Y así, de repente, estaba ante mis...¿manos de lombriz? Como fuere, decidí no moverme de allí hasta encontrar una solución. Se supone que debería tener suerte. Y así fue, apareció un duende entre las hojas del césped recortado. Huía de una liebre que le perseguía enfurecida. En su carrera, iba agitando lo que parecía una mini marmita de polvos mágicos. Por suerte, me cayeron unos cuantos encima. Al mirarme, vi un cuerpo blanco sobre unas patas palmípedas. Un pico que me permitió agarrar el trébol de cuatro hojas y unas alas que me permitieron volar libre.

martes, 10 de noviembre de 2015

No me quieras rápido, quiéreme de verdad

Vivo en una época de desvalores. Se vive rápido y se siente aún más rápido. Siempre el dinero, o en su defecto la riqueza, fue herramienta de represión y guerra. Mas aún con eso, los corazones se aferraban a ideales persistentes. Ahora se cree en el amor más que nunca. Para salvar el vacío que deja la falta de religión, familia y honor. Un amor maquillado por la industria cinematográfica. Irreal y artificial. Artificial por alojarse en la superficie, no por buscar el interés económico. Peones de estas conquistas son las hormonas destiladas con el sexo. Vamos coleccionando parejas "para toda la vida" en periodos de tiempo ínfimos. Yo no encajo, ni quiero encajar, ni que me encajen. No quiero amores que se compren con cuatro besos y tres caricias. No quiero premios de consolación que toquen en cualquier tómbola. Que los buenos guisos se cocinan a fuego lento. No me ames ayer, ni siquiera hoy. Ámame mañana. Cuando hayas visto lo peor de mi. Cuando sepas cómo soy cuando estoy enferma y cuando nada me sale bien. Dame la oportunidad de que me saques y te saque de nuestras casillas. De discutir hasta llorar. Espera a ver cómo celebro mis logros, si los comparto o no. Danos tiempo a que nos falten las ganas de desordenar las sábanas. Veamos que pasa cuando se instale la rutina de las cosas predecibles. Lo que me tengas que dar, dámelo a poquitos. Como si te costase darlo. Prefiero saber que lo poco que tengo es único, que tener mucho de lo que se regala fácilmente. Detente y no me quieras más que a la anterior protagonista. No hablo de las actrices secundarias que rellenaron tu cama. Hablo del tesoro que esconde el corazón. De apostar algo que realmente puede volverse en tu contra. Arriésgate a darme el poder de lastimarte. Pero no lo hagas todavía. Asegurate primero. Tasa tu tesoro y vendemelo caro. No hagas que parezca una baratija. Porque quiero algo que permanezca, que resista, que embellezca. Quiero ser y tener una de esas piezas de coleccionista de precios desorbitados. Prescindibles pero únicas. Insustituible e irremplazable, no como prefabricados del ikea.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Sóbame

Desgástame la piel como si fuera a caducar mañana. Aún con ropa, hoy se encuentra demasiado fría. Las telas no frenan el azote del hielo intravenoso. Es mi cuerpo el que te busca. Es mi cuerpo el que te añora. Arráncame a bocados el peso de la vida. Deslizáte, como una serpiente sigilosa, por toda la cáscara de esta manzana envenenada en la que me he convertido. Quiero envenenarte de pasión, hasta que pierdas la cabeza. Hasta que la adicción por tocar mi desnudez embruje tu existencia. Quiero ser el único trago que calme tu sed. Sin embargo, guardo un corazón vacío en su último latido. Guardo un corazón hecho cenizas. Un bosque de amor devastado por pirómanos caníbales que yo crié y alimenté. Moribunda ansío que el aire de tu boca, al susurrar, encienda estas ascuas. Devuélveme a la vida en forma de llama forjadora de sueños. Dibuja senderos silenciosos que unan todos los poros de mi piel. Estremece hasta los huesos que me sostienen, con las yemas de tus dedos. Haz que cale el calor de tu boca, desde lo visible hasta lo invisible. Tócame a oscuras, que no haya mas sentidos que nuestros tactos. Diluye mi agonía entre tus caricias, llevándome a un éxtasis sensorial. Quiero hablarte sin palabras. Quiero que nuestras lenguas se encarguen solo de saborear el placer que generemos. Ven y leéme en braile. Calma el dolor de no sentir la presión de tus dedos agarrando mi contorno. Ven, que prometo recompensarte con una larga historia entre las sábanas. Con un cuento sordomudo que te descubra lo que nadie más supo decir. Ven despacio y tócame a cámara lenta, acentúando nuestro encuentro. Hagamos un juego sublime que deje huella y me devuelva a la vida.

jueves, 5 de noviembre de 2015

El principito

El tobogán

Esto ya lo he vivido. Una vez, dos, tres...varias veces. Das un pequeño salto y te dejas caer. Recorres la espiral que dibuja el tobogán a cámara lenta. Queda perfectamente visible el túnel de aire que se pronuncia entorno a ti. Al principio, resulta llevadero, pero a medida que desciendes, se va impregnando de frío tu cuerpo. Lentamente, cada vez más frío. Quienes llegan al final, pasan a un estado más helado que la congelación. En ese momento, se vuelven frágiles por dentro. El super hielo protege su estructura externa, pero las gotas heladas entre los músculos destrozan el organismo. Un pequeño golpe puede desencadenar grandes masacres.
La única forma de no llegar hasta el final, es escaparse antes. Coger la escalera de cuerda que te devuelve a la cima del tobogán. Sin embargo, hay que saber dónde está y querer agarrarse a ella. A mí me la enseñaron y, de vez en cuando, me la acercan si es necesario. Pero yo, que no logro pisar en firme, ¿cómo te agarro sin caerme contigo? ¿cómo puedo alcanzarte sin romperme?