Camisetas geniales!!!

"Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía". (Marcela Lagarde)

sábado, 19 de diciembre de 2015

¡Hasta los cojones de tanta puta mierda!

¡Hasta los cojones de tanta puta mierda!...ejem...perdón sólo era un pensamiento que gritó demasiado. Volvamos a empezar...
Unos cuantos carteles y otras tantas luces adornando la ciudad. Papeles de colores esconden una ilusión decadente al ritmo de los años. Vienen las sonrisas dibujadas, escritas e, incluso con el vino suficiente, vividas. La filosofía empapa los abrigos por las calles de la ciudad y calan de vuelta a casa. Nos acompaña la reflexión. Reflexiones caseras cuya receta se va rememorando año tras año. Una receta escasa de originalidad y sentimiento propio. Una vez más, leeré unos cuantos chistes sobre políticos, terroristas, suegras y cuñados. Una vez más unos cuantos "que te vaya de lujo" con un "pero no mejor que a mi" invisible. Una vez más, los buenos propósitos de un cambio a mejor. Una vez más, se aclama a la bondad, familia y algunas tonterías más que justifiquen los excesos. Excesos que conducen, como si nos embriagase el miedo a haber sido demasiado buenos, a obtener bonus extras en casi todos los pecados capitales. Con nuestras mejores galas acudimos prestos a las mesas tan abarrotadas que hacen imposible huir de la gula. La soberbia viene de acompañante, buscando en los demás el fallo de vestimenta, o las ojeras, o el despeinado que refleje que nosotros somos mejores. Abandonando las prioridades para llegar a ese postureo engalanados de triunfo aparente. ¡Qué calvario siendo tan avaros tener que comprar regalos para demostrar lo contrario!. Sobre todo, la ira que provoca acudir a los centros comerciales a buscar cualquier el objeto que nos permita cumplir con esta obligación. La pereza relega estos ingratos pasatiempos al último momento, lo que aumenta la ira. Sin embargo, vale la pena, vale la pena porque así nosotros también recibiremos regalos. El problema viene cuando has recibido algo elegido con la misma pereza e ira que lo que diste. Menos bueno de lo que esperabas, mientras a otros le sonríe su Papá Nöel. Es entonces cuando la envidia termina de amargar la Navidad e indigestando todo lo que se comió y bebió de más. Pero en año nuevo repetimos, con sugerente ropa interior roja, para ver si, al menos, empezamos el año follando.

Sin embargo, que no falte nada de esto, porque nos sentiremos solos y desgraciados. Camuflando el llanto con cansancio y preocupación. Que no falte el trabajo que me quedo sin excusas. Resulta que, al final, vivimos según quieren los demás. Gente que se considera juez suficiente para juzgar el bien y el mal. Que aconseja en virtud de sus vicios. Cobardes que delegan las decisiones de su vida en los demás. Y es así, como dejé de creer en todo. Es así como se esfumó la magia y se desdibujaron las ganas. Por creer en lo que nadie más cree fui dejando de soñar. Por soñar distinto, por querer distinto. Por ser yo y ser diferente. Porque nadie más lo tiene. Me abruman las opiniones que ensordecen la melodía que mis ángeles tocan. Sin embargo, es mucho más perturbador como las palabras van silenciandome y difuminando. ¿ Cómo es posible que el exterior tenga más poder sobre tu propia vida que el interior? Anonada me hallo, por no decir: ¡Hasta los cojones de tanta puta mierda!



jueves, 3 de diciembre de 2015

Tic tac

Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac. Traquetea el sonido en mi cabeza. Toca sin boca la poca cordura que traigo. Tic, tac. Tic y tac. El compás del tiempo, marcado con dos golpes. Tiempo que transcurre entre latido y latido. Tic, tac. Tic, tac. Tic tac, tic tac, tic tac. A veces, se tropieza. Torpemente se atraganta en el transcurso de las horas. Se detiene un momento. Alterado y sin calma vuelve a arrancar. Tictac. Metiendo prisa a mi respiración. Entrecortando mis suspiros. Rebotando contra el suelo. Transportando canicas por el techo. Tic tac. Tic tac. Tictac, tictac, tictac. Calambres tras los párpados. Tictac. Apura el tiempo. Tictac. Rugen las entrañas. Tictac, tictac, tictac. Corazón de plástico. Tictac, tictac, tictac. Reloj de metal. Tictac. El ruidoso silencio machaca el alma. Tic tac, tic tac, tic tac.
Tic.
Y tac.
¿Eres tú o soy yo?

martes, 1 de diciembre de 2015

Bondad vs maldad

Y al final, no quedaban ni buenos ni malos. La bondad se tornó maldad y la maldad emborronó los límites. La calidad de las acciones empezó a medirse en efectividad y consecución de objetivos, sin importar la categoría de estos.
Reinando el caos, no era de extrañar que las personas fueran caóticas. Sobre cada uno, existen gran cantidad de medidas de bondad y maldad. Cada media es un compendio que engloba la predisposición, los propios valores y las propias fobias. Pero sobre todo, es una balanza movida por el amor hacia la otra persona y/o en miedo a perderla. Sin miedo a perder la maldad juega con una buena mano, y sólo si el amor es buen contrincante se salva la bondad. Sin amor y sin miedo a perder, ni bondad ni maldad serán famosas. Sin embargo, lo más peligroso quizá sea cuando ambos tienen buenas cartas. Cuando existe amor y miedo a perder, la mezcla es tan explosiva e incontrolable que las sombras de la maldad se extienden demasiado. Es, incluso, peor que el miedo a perder sin amor, pues éste último es más cuerdo y predecible.
En definitiva, nadie es bueno. Nadie es malo. Sólo queremos más o menos. Tenemos más o menos miedo. Y todo medido con distintas escalas.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Mi viajera

Menos mal que soy un tipo paciente, porque lo cierto es que mi vida no siempre es fácil. Vivir en una granja da mucho trabajo, sobre todo cuando los animales son tan tontos como los míos. Todo el tiempo les estoy intentando explicar las cosas, enseñar y proteger. Sin embargo, como no entienden, se frustran y se enfadan. Menos mal que estoy yo, sino no sobrevivirían. En especial, me preocupa una de ellos. Solía escaparse a menudo, pero siempre volvía. Yo sé que su problema es que no le gusta estar encerrada y, por eso, la dejaba hacer excursiones por su cuenta. Sin embargo, este año me ha tenido preocupado. Sus viajes han sido más largos y sus estancias, minúsculas. Temo que algún día se pierda y no sepa volver. O que encuentre un hogar mejor y no quiera volver. Como responsable de mi casa, debía estar preparado. La solución ha sido adoptar un nuevo miembro. Al principio, pensé que sería fácil. Con lo bobos que son, no se darían cuenta. Estaba equivocado, así que tuve que probar con varios animales. Por fin conseguí encontrar la sustituta perfecta. Nadie nota ya el vacío de mi pobre viajera. Son felices, dentro de sus limitaciones. Sin embargo, yo, de vez en cuando, sigo acordándome. Tengo la esperanza de volverla a oler y llevarla sobre ruedas. Aunque su recuerdo cada vez es más difuso, cuando paso por la estación, sigo pensando que quizá la encuentre. Hoy tengo la vaga esperanza de que regrese para hacerla sonreír, porque hoy es un día importante. Pero no quiero pensarlo mucho, porque estos idiotas no tienen ni idea de lo que importa, ni de lo que es bueno, ni de nada. Por lo que quizá, tampoco regrese para mi cumpleaños. Guau.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Triquitruco

Triqui, truco, triqui. Triqui. Truco. Atrancadas las palabras. Una multitud alborotada, formando cientos de abecedarios desordenados. Nadie sabe si bailan, pelean o buscan la salida. Nadie sabe si celebran o todo lo contrario. Sólo se sabe que están ahí. Existiendo en el mundo de lo irreal.
Brim, brum, brem. Las que se van no vuelven. Jamás vuelven. Escapan saltando por la ventana sin mirar atrás. Se marchan para siempre.
Patapim, patapam, patraña. Caraleña, petritroso, bilipendio. Movimientos incoherentes que describen la armonía de la relativa libertad. Abandonan los sentidos en formato electrónico.
Akjilejlkasn.amxñxkjfoiaejalsdfnv kiurelmiojñkeaslijeqñkjoqjlkjdaiue dfjahiooñaknv . O lo que es lo mismo, me voy a dormir que es tarde y ya sacie la morriña del teclado.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Una vez más

Una vez más veo despuntar el alba involuntariamente. Con la compañía no elegida de quien me obliga. Indolente y desalmado, me atrapa y me condena.
Una vez más, llegó sin avisar y no fui capaz de echarle. Vino a perturbarme y dejarme su recuerdo. Cuanto más fuerte estoy, menos se va. Se nutre de mí hasta que estoy completamente agotada. Entonces, se esfuma y se olvida de que estuvo aquí.
Una vez más, agoté todos mis trucos sin resultado. Una vez más, puto insomnio.

martes, 24 de noviembre de 2015

Un tipo especial

Su rumbo estaba limitado de ante mano. Al nacer se esfumaron muchos sueños y otros tantos no se atrevieron a surgir. Las fantasías inalcanzables se volvieron más lejanas para él. Sin embargo, nadie contaba con la existencia de otros mundos. Mundos en los que existen muchos más sueños y más diversos que los que todos conocemos. Él pertenecía a uno de esos hábitats. Tenía la gran capacidad de pensar en plural con poco esfuerzo. Algunos tuvieron la gran suerte de presenciarlo. Ajeno a las miradas altivas y paciente con los ignorantes, iba regalando sonrisas y genialidad en el metro. Iba uniendo a los que estaban a su alrededor. Y, como cada tarde, sin esfuerzo, llevó un poco de humanidad al frío transporte público. Un ejemplo de vida. Un ejemplo de que, a veces, menos es más. Mucho más.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Ven

Ven aquí, que te estoy esperando. Quiero dejar de imaginarte, dejar de pensarte. Ven y hazme uno de tus bailes hipnóticos. Ven para que pueda echarte. Ven pero no para quedarte. Ven para despedirte para siempre.

Parada

Y ahora que estoy sola, a años luz de la vida, paro. Me detengo por la fuerza que inmoviliza mis músculos. Superior a cualquier otra fuerza. Más fuerte y potente que un grito ahogado. Más conmovedor que las lágrimas contenidas de unos ojos que miran con amor. Embebida en un torbellino que anula mi voluntad y turba mi entendimiento. Girando sin frenos, adelantando a la luz. Ese es el problema, dejar atrás la luz implica oscuridad. Inmensa y fría oscuridad. Así que me detengo. Sosteniendo una nota imposible en mi garganta. Cargando con mi propio peso. Sola. Débil. Frágil. Cada segundo que soporto esta tempestad sin una mano amiga, me hago más fuerte. Pero la prueba de fuego está demasiado cerca. Es inminente. Quizá me falten segundos de fortalecimiento. Quizá decida flotar sobre mis lágrimas. Quizá simplemente muera hoy para resucitar mañana. Quizá me rinda o quizá suceda un milagro. Al menos, a falta de jarabe, estas letras calman un poco la ansiedad.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Río de olvido y recuerdos

Se escurre, como el agua entre mis dedos, tu recuerdo. Disueltas en este líquido de olvido viajan tus caricias. Ya no recuerdo como era el tacto de tu piel, ni las huellas que marcabas caminando por mi cuerpo. Tan sólo recuerdo que me gustaba, me encantaba, me estremecía. Mi piel, con su memoria de pez, corre con tu esencia diluida chocando contra otras rocas. Tomando la forma de otros caudales. Sintiendo la presión de otros dedos. Buscando el tacto de otra piel. Las rocas lo tienen más fácil, con un baño de sol secan las gotas de agua. Con cualquier riachuelo empañan un baño de sol. Se esfumó el sabor de tus besos en mis labios. Haciendo señales de humo para decir adiós. Una vez más, tan sólo recuerdo que un día eran mi esencia y sin ellos no podía vivir. Nada más. Sin embargo, la vista debe ser el elefante de los sentidos. Tengo grabada tu sonrisa, tus muecas y como sacabas la lengua pidiendo guerra. Sobre todo, tengo grabado, más imborrable que ninguno, el recuerdo de tus miradas. De todas (o casi) las formas que tenías de mirarme. Me aprendí tus ojos cuando nos queríamos y me traumatizaron sus desplantes cuando te rendiste. Imagino que, incluso, las rocas como tú también tenéis algún elefante. No nos quedan más recuerdos por hacer, sólo quedan algunos por olvidar. Tú bajo el sol, con el calor que pedías a las frías aguas del arroyo. Yo desembocando en una laguna, que me sostiene sin romperse y me ayuda a crecer.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Mi pared destruida

Fui dando golpecitos contra la pared. Lo hice con mi puño de martillo. Cuando me aburría, daba un par de toques suaves. Cuando estaba cansada, daba muchos toques sin apenas fuerza. Cuando la ira o la frustración se apoderaba de mí, daba tres golpes tremendamente fuertes. Y así fue como el día que quise poner un bonito cuadro, sólo quedaba un enorme hueco.

jueves, 12 de noviembre de 2015

De persona a gaviota

Hoy amanecí persona y me acosté gaviota, pasando por lombriz. Casi como cada mañana emprendí camino rumbo a mi trabajo. Sin embargo, hoy era distinto. Se avecinaba una tormenta que hacía peligrar el alumbrado de toda la universidad. Y, efectivamente, la tormenta llegó. Se llevó por delante unas cuantas bombillas y algunos cacharros más.
Sin embargo, la oscuridad a que me vi obligada a soportar me obligó a abrir más los ojos. Levantarme de mi mesa y observar mi alrededor. Un alrededor que convive conmigo constantemente, pero a penas presto atención. Una vez más, granuja la vida, presentó una paradoja. Conseguí ver a ciegas, lo que la luz no mostraba.
Encontré el rincón de las cosas perdidas. Donde se guarda aquello que no usas a diario. Que, aunque inútil, una extraña fuerza interior impide que vaya a la basura. También pude recordar el motivo que llevaron esos objetos al rincón del olvido. Tan sólo dejé algunos. Otros se los llevará esta noche el camión de la basura.
Percibí el olor del miedo a lo desconocido, a la variabilidad de la rutina y la tensión de no saber el tiempo que llevará restaurar la normalidad. Lo percibí claramente, tan claro como si lo tuviera al lado. También escuché algún llanto por algún ordenador que se apagó antes de guardar el trabajo. Y vi salir del escobero a un par de despeinados.
Puse mi objetivo en conquistar ese momento. Una noche diurna en un lugar que apenas conocía si me sacaban de mi camino. Me olvidé de coger el abrigo, las llaves, el móvil y dejé para mañana todo lo que tenía que hacer y lo que surgiese. Corrí con ansia hasta el edificio contigo, frenando en seco ante la puerta. Preguntándome qué esperaba encontrar y si estaba preparada. Hice lo mismo con cada edificio. En el último, la puerta estaba cerrada. Después de todo el esfuerzo que había realizado entre la multitud astiada y escandalizada por los cortes de luz, me parecía una decepción no entrar en el último edificio. Decidí entrar por la ventana. Sin muchas ganas, con aburrimiento y por inercia. Sólo por ser el único que quedaba. Aunque me aturdía la sensación de parecerme a mi hijo pequeño buscando aventuras tontamente, cuando ya no tengo imaginación. El portero estaba allí. Creo que a él también le recordé a un niño pequeño. Sin embargo, sacó una pequeña sonrisa desganada para agradecerme que llegase a hacerle compañía. Aquel hombre siempre me pareció aburrido y soso. Pero hoy, con mis ojos de niña aventurera, resultó bastante interesante. Con la escusa de buscar los plomos y dar la luz, me condujo a un refugio secreto bajo el suelo. Al principio no quería, pero tuve que aceptar su consejo. Así que me convertí en lombriz. De este modo, la humedad y estrechez de los pasillos era más llevadera. La sensación de arrastrarse sobre la suciedad no terminaba de compensar las ventajas de ser lombriz. Vino la luz, pero el muy...pi...no quiso enseñarme a desconvertirme. Me cogió con desprecio, ya con forma de hombre, y me dejó en el jardín. Me arrastré murmurando maldiciones y envenenándome con palabrotas hacia la salida de la universidad. Obviamente, no iba a aparecer así en mi despacho. Por el camino, me encontré un trébol de cuatro hojas. Me quedé anonadada. Nunca había visto uno, por más que había buscado. Y así, de repente, estaba ante mis...¿manos de lombriz? Como fuere, decidí no moverme de allí hasta encontrar una solución. Se supone que debería tener suerte. Y así fue, apareció un duende entre las hojas del césped recortado. Huía de una liebre que le perseguía enfurecida. En su carrera, iba agitando lo que parecía una mini marmita de polvos mágicos. Por suerte, me cayeron unos cuantos encima. Al mirarme, vi un cuerpo blanco sobre unas patas palmípedas. Un pico que me permitió agarrar el trébol de cuatro hojas y unas alas que me permitieron volar libre.

martes, 10 de noviembre de 2015

No me quieras rápido, quiéreme de verdad

Vivo en una época de desvalores. Se vive rápido y se siente aún más rápido. Siempre el dinero, o en su defecto la riqueza, fue herramienta de represión y guerra. Mas aún con eso, los corazones se aferraban a ideales persistentes. Ahora se cree en el amor más que nunca. Para salvar el vacío que deja la falta de religión, familia y honor. Un amor maquillado por la industria cinematográfica. Irreal y artificial. Artificial por alojarse en la superficie, no por buscar el interés económico. Peones de estas conquistas son las hormonas destiladas con el sexo. Vamos coleccionando parejas "para toda la vida" en periodos de tiempo ínfimos. Yo no encajo, ni quiero encajar, ni que me encajen. No quiero amores que se compren con cuatro besos y tres caricias. No quiero premios de consolación que toquen en cualquier tómbola. Que los buenos guisos se cocinan a fuego lento. No me ames ayer, ni siquiera hoy. Ámame mañana. Cuando hayas visto lo peor de mi. Cuando sepas cómo soy cuando estoy enferma y cuando nada me sale bien. Dame la oportunidad de que me saques y te saque de nuestras casillas. De discutir hasta llorar. Espera a ver cómo celebro mis logros, si los comparto o no. Danos tiempo a que nos falten las ganas de desordenar las sábanas. Veamos que pasa cuando se instale la rutina de las cosas predecibles. Lo que me tengas que dar, dámelo a poquitos. Como si te costase darlo. Prefiero saber que lo poco que tengo es único, que tener mucho de lo que se regala fácilmente. Detente y no me quieras más que a la anterior protagonista. No hablo de las actrices secundarias que rellenaron tu cama. Hablo del tesoro que esconde el corazón. De apostar algo que realmente puede volverse en tu contra. Arriésgate a darme el poder de lastimarte. Pero no lo hagas todavía. Asegurate primero. Tasa tu tesoro y vendemelo caro. No hagas que parezca una baratija. Porque quiero algo que permanezca, que resista, que embellezca. Quiero ser y tener una de esas piezas de coleccionista de precios desorbitados. Prescindibles pero únicas. Insustituible e irremplazable, no como prefabricados del ikea.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Sóbame

Desgástame la piel como si fuera a caducar mañana. Aún con ropa, hoy se encuentra demasiado fría. Las telas no frenan el azote del hielo intravenoso. Es mi cuerpo el que te busca. Es mi cuerpo el que te añora. Arráncame a bocados el peso de la vida. Deslizáte, como una serpiente sigilosa, por toda la cáscara de esta manzana envenenada en la que me he convertido. Quiero envenenarte de pasión, hasta que pierdas la cabeza. Hasta que la adicción por tocar mi desnudez embruje tu existencia. Quiero ser el único trago que calme tu sed. Sin embargo, guardo un corazón vacío en su último latido. Guardo un corazón hecho cenizas. Un bosque de amor devastado por pirómanos caníbales que yo crié y alimenté. Moribunda ansío que el aire de tu boca, al susurrar, encienda estas ascuas. Devuélveme a la vida en forma de llama forjadora de sueños. Dibuja senderos silenciosos que unan todos los poros de mi piel. Estremece hasta los huesos que me sostienen, con las yemas de tus dedos. Haz que cale el calor de tu boca, desde lo visible hasta lo invisible. Tócame a oscuras, que no haya mas sentidos que nuestros tactos. Diluye mi agonía entre tus caricias, llevándome a un éxtasis sensorial. Quiero hablarte sin palabras. Quiero que nuestras lenguas se encarguen solo de saborear el placer que generemos. Ven y leéme en braile. Calma el dolor de no sentir la presión de tus dedos agarrando mi contorno. Ven, que prometo recompensarte con una larga historia entre las sábanas. Con un cuento sordomudo que te descubra lo que nadie más supo decir. Ven despacio y tócame a cámara lenta, acentúando nuestro encuentro. Hagamos un juego sublime que deje huella y me devuelva a la vida.

jueves, 5 de noviembre de 2015

El principito

El tobogán

Esto ya lo he vivido. Una vez, dos, tres...varias veces. Das un pequeño salto y te dejas caer. Recorres la espiral que dibuja el tobogán a cámara lenta. Queda perfectamente visible el túnel de aire que se pronuncia entorno a ti. Al principio, resulta llevadero, pero a medida que desciendes, se va impregnando de frío tu cuerpo. Lentamente, cada vez más frío. Quienes llegan al final, pasan a un estado más helado que la congelación. En ese momento, se vuelven frágiles por dentro. El super hielo protege su estructura externa, pero las gotas heladas entre los músculos destrozan el organismo. Un pequeño golpe puede desencadenar grandes masacres.
La única forma de no llegar hasta el final, es escaparse antes. Coger la escalera de cuerda que te devuelve a la cima del tobogán. Sin embargo, hay que saber dónde está y querer agarrarse a ella. A mí me la enseñaron y, de vez en cuando, me la acercan si es necesario. Pero yo, que no logro pisar en firme, ¿cómo te agarro sin caerme contigo? ¿cómo puedo alcanzarte sin romperme?

jueves, 29 de octubre de 2015

Deja que me rompa

Déjame caer. Déjame caer a gran velocidad. Experimentar la fuerza de la gravedad, acelerada por un vertiginoso salto, atada a una mochila muy pesada. Permite que termine en el suelo, debajo de una losa que me persigue desde hace mucho tiempo. Una losa que crece conmigo y, a veces, camino encima, y otras, debajo. 
Permite que me estrelle y caiga sobre mí toda la carga que no fui capaz de dejar en el camino. Pero hazlo de verdad. Hazlo como si yo fuese una vasija vieja destinada al contenedor. Si es demasiado amargo, mira para otro lado. Camina de espaldas hacia mi y date la vuelta cuando todo mi ser esté hecho añicos, esparcido en mil pedazos. 
Sólo en ese momento, solo entonces quizá pueda ser libre. En ese momento, quiero que tus delicadas manos, que tanto saben hacer, recompongan los trozos que encuentren. Que intenten reconstruir un nuevo objeto lleno de líneas. Tu fíjate en esos caminos. Síguelos con los dedos y encontrarás que existen algunos huecos en la estructura reconstruida. Es por dónde respiro. Son los puntos que me hacen frágil sin la necesidad de despeñarme. Sólo así podré decorar tu estantería sin salir rodando. Y seré tuya como nunca lo fui de nadie. Incompleta, sin los trozos que se perdieron. Redecorada, con cicatrices que pueden lastimar la piel que las acaricia. Con rastros de tu existencia que no son rotos sino pegamento. 
Yo prometo no darte este trabajo demasiadas veces. Tu promete acercarte despacio. Empieza a contemplarme desde lejos y precede de pasitos muy cortos tus caricias sobre mi.

miércoles, 28 de octubre de 2015

El triste descubrimiento

En aquellos tiempos yo era muy joven. Demasiado joven, diría yo,  para haber sufrido un percance de tamaña envergadura. A pesar de mi juventud, yo ya tenía las dotes de aventurera que me caracterizan en la actualidad. Aventurera y pasión el descubrimiento de misterios nuevos y antiguos, ocultos y visibles. Estas peculiaridades son las que me llevaron a emprender una búsqueda realmente compleja y peligrosa.
Se trataba de descubrir las malas artes que empleaban unos señores para conseguir introducirse en cualquier casa sin ser vistos y a tremenda velocidad. De hecho, mi casa había sido unos de sus objetivos algunos meses atrás. La mayor dificultad a la hora de estudiar su "modus operandi" era que no actuaban a menudo. Por tanto, era difícil acudir a las escenas dónde se habían producido los allanamientos de morada y buscar pistas. El trabajo que tenía por delante era, por tanto, puramente deductivo. Con las pocas pruebas que tenía y la constatación empírica de apenas dos acontecimientos, habría que trabajar duro mentalmente para descubrir su plan de ataque.
Obviamente mi investigación debía ser muy discreta y sin confiar en nadie. Al haber sido afectados todas las personas que  conozco y yo misma, cualquiera podría estar metido en el ajo y ser cómplice. Es por eso por lo que decidí interrogarlos a todos de forma disimulada. Les contaría mi experiencia y poco a poco dejaría que ellos me hablasen de la suya. Este método tenía la ventaja de ser muy discreto y pasar desapercibido. La desventaja es que no siempre recibía toda la información que quería (aunque normalmente recibía demasiada información inútil para mi investigación).
Una vez tuve todos los datos registrados, me encerré  en mi cuarto durante varios días. Exceptuaba las horas que debía dedicarme a otros asuntos serios. Calculé con exactitud el tiempo que tardan en abrirse y cerrarse las puertas y las ventanas (hice pruebas con todas las de mi casa). Considerando que eran varias personas y que cada persona abría una puerta o una ventana distinta, obtuve un resultado de 3234 puertas en una hora o 4312 ventanas. Las puertas tardan más en abrirse, pero tienen la ventaja de que tardas menos en pasar a través de ellas. Considerando que para poder hacer el menor esfuerzo en cada casa y ser lo más rápidos posible, es recomendable abrir la casa una sola vez y entrar y salir en ese espacio de tiempo. Teniendo en cuenta este aspecto, el asedio a cada casa, duraría aproximadamente 4´321 segundos. Es decir, en una hora, sin contar desplazamiento, podrían introducirse en 833 casas. Son muchas menos que todos mis conocidos, por lo que esta parte podría ser aceptable. Sin embargo, analizando la velocidad a la que debían moverse y la composición de los tejidos del cuerpo humano,  era prácticamente imposible juntar ambas cosas. La velocidad necesaria para llevar a cabo esta proeza superaba mucho a la registrada en el libro de los récords guines. Las únicas soluciones posibles es que no fueran humanos o que visitasen menos casas o que utilizaran más tiempo.
Sin embargo, lo más sorprendente es que nunca nadie los haya visto. Eso podría deberse a introducción de algún gas que provoque un profundo sueño. Esto podría realizarse únicamente cuando todos los habitantes estén acostados, puesto que en otro caso, alguien habría sufrido algún percance y sería notable la sedación. Por tanto, además deberían escuchar y esperar en cada casa o visitar varias veces una misma casa. Esto supone incrementar demasiado el tiempo dedicado por hogar.
La otra opción, es que tuviesen un compinche en cada casa. Por eso al día siguiente había tantos regalos, serían el pago que el compinche de cada casa habría recibido. Por eso, decidí interrogar más exhaustivamente a mis padres, pues eran ellos quien tenían el poder absoluto de mi casa.
La respuesta fue clara y dolorosa. Me llevó mucho tiempo recuperarme. Mis padres no sólo eran compinches. !Sino que se habían inventado todo!  Los Reyes Magos no existían ni lo habían hecho nunca. Fue un duro golpe para mí, pues mi empeño en la búsqueda era poder demostrar que se trataba de magia. Que la única explicación posible es que hacían magia. Tristemente, mi hipótesis deseada era falsa. Todo mi mundo de niña de 10 años se vino abajo. Ya no podía creer en la magia. Y en mis padres...tenía que pensarlo mucho. Este momento fue uno de los más duros de mi infancia. La magia había desaparecido en mi mundo. Había escrito cartas y puesto vasos de leche a unos seres que no existían.

viernes, 23 de octubre de 2015

El banco

Otra vez en el mismo banco donde ya lloré una vez y más de una. Otra vez me acerco a casa por la plaza que recoge mis lágrimas. Otra vez. Sin embargo, ahora ¿a quién llamo? ¿A quién llamo simplemente para que me escuche llorar? Puede que desde este banco no haya cobertura. Puede que esté maldito. Puede que sea porque me hace pensar en él. Yo le recuerdo en pañales y gateando. Sé que en algún momento fue un bebé sólo de cuna. Lo sé pero no lo recuerdo. Con el tiempo y muy poco a poco fue creciendo. Fue aprendiendo a caminar y a hablar. Aprendió a existir pero sin trampas. Aprendió a evitar baches y huir de maleantes. Hasta consiguió ver la maldad y no apropiarsela. A veces, era algo travieso. Travesuras poco dañinas pero con algo de picardía. Tenía su gracia, ya que, a pesar de todo, mantenía ese punto de ingenuidad que mantenía viva su frescura. Conservaba aquella inocencia de sus primeros gateos. Inocencia pura y sincera que había ido armando con la experiencia de los años. Luego todo cambió en muy poco tiempo. Cuando volví de las últimas vacaciones de primavera, era distinto. No había rastro de inocencia. No una miga que delatara si antigua presencia. Nada. Absolutamente nada más que hueco. Irremediablemente se había echo mayor. Mayor y vacío de esperanza e ilusión. Y ese es el último recuerdo que tengo de ese ser de seres al que nombramos como "el mundo". Así es exactamente como le he visto crecer...¿O fue el quien me vio envejecer a mí? En cualquier caso, no hay llamada que me vaya a resolver esta cuestión. Tan sólo una línea telefónica que traiga títeres de entretenimiento a mis oídos. Títeres que cuenten leyendas tan divertidas que no necesite tener respuestas. Pero ya me quedé sin ese comodín y este banco esta demasiado frío.

jueves, 22 de octubre de 2015

Ese amor...

El tiempo es tan relativo que depende de todo. De todo y de nada. El reloj puede marcar su paso, pero tu decides cuando duran tus días. Y tus noches. Eso cuando puedes, porque como ya se ha mencionado, el tiempo depende de todo, sobre todo el tiempo nocturno. Depende de si estás enamorado o no. De si eres feliz. De si tienes problemas. De si tienes hambre. De si tienes frío.

A mí hoy el frío me empapa los pies y el hambre se agarrota en el estómago. No hay manta ni alimento cuando el enfermo es el corazón. No hay alimento posible para un pobre zombie vegetariano. Mis dedos tocan una piel artificial para ver si olvidan, por un momento, el tacto que tiene su piel. O mejor dicho, para distraer sus ganas de tocarla eternamente. Es un pasatiempo entretenido, tan sólo por un momento. Es un momento largo, por su puesto. Pero un momento. Es el espacio de tiempo en el que tan sólo un par de órganos funcionan albergando los padecimientos de todo el cuerpo. Un par de órganos que expulsan en forma de vómito lingüístico el veneno ingerido por el corazón. Un corazón débil. Un corazón malherido. Un corazón sin cura.

La cura de cualquier corazón moribundo es aquel amor que huele a pasión. Ese que se derrite entre tus manos y sabe a gloria. Es ese amor que implica lucha. Ese amor que agota y hace sudar. Ese amor que tiene el elixir de la vida. Es un amor inconfundible, y yo diría que único. Es inigualable. Ese amor tan puro y elevado que despertará envidias. Incluso entre quienes puedan lograrlo igual o mejor. En aquellos que no pueden lograrlo, despertarán una gran preocupación, pues parecerás un loco ante sus ojos. Y unos por quererte mal, y otros por quererte bien, entre todos te alejarán de lo más maravilloso que puede albergar este mundo. Y esta última frase es la que me impulsa a luchar por ese amor. Porque sólo viviendo y sintiendo ese amor, yo consigo ser feliz.

Sin embargo, vivimos en un mundo civilizado. Un mundo en el que ya tienen definida que es la felicidad para mi. Y para mi desgracia, no es ese amor que tanto ansío. La felicidad que he de buscar, se encuentra en otros parámetros. No en que te hagan subir a las nubes, sino en que no te hagan bajar a los infiernos. En la jaula en la que nací, los amores que te dañan no son buenos. Por mucho que te hagan sentir viva. Por mucho que sean lo mejor que te ha pasado nunca. Aunque te embriague con su felicidad y frescura. Aunque sea lo único en este mundo que sea capaz de distraerte de tus fantasmas y dejarte buen sabor de boca. Aunque sea lo único que haga tus problemas más llevaderos. Aunque sea lo único que te da fuerzas para vivir. A pesar de todo esto, si te hace mal, no merece la pena. Si te pega patadas en la espinilla, no merece la pena. Porque es mejor malvivir con las piernas enteras que ser feliz hasta no poder caminar. Y este punto me asusta tanto, que me planteo dejarme llevar por la corriente. Dejar de dibujar cortes en mi piel a causa de un imposible. A causa de un amor que no me llevará a nada. Un amor que es tan feliz conmigo como sin mí. Un amor que no me quiere aunque pueda dejarse querer. Un amor que no me corresponde en la misma manera. Un amor que tiene de quien alimentarse sin mí.

Así pues me hallo columpiándome en este dilema vital sólo cuando es demasiado tarde. Sólo cuando el miedo al dolor por amar, por sus consecuencias, me lleva por el camino recto. Sólo cuando estoy conducida hacía lo correcto, sólo en ese momento, me tambaleo y replanteo volver. Quizá porque es cuando me siento vacía, al alejarme tanto de ese amor inmenso. Quizá porque me da miedo no volver a vivir. Quizá porque es un punto bastante seguro donde recordar y anhelar ese amor. Seguro porque el camino de vuelta es tan difícil que asemeja más con imposible. Seguro porque es más probable que mi amor se aleje cada día a conseguir aunque sea tocarlo. Es la mejor manera de que el amor no me traicione con patadas, pues en el camino recto nadie comete penaltis ni faltas.

Al final tan sólo me queda la semi-certeza de no morir. De no llevar una mala vida. De una cierta seguridad, una cierta estabilidad y una cierta falta de dolor. Con ello, también me queda la certeza de que no estoy viviendo y no sé si algún día lo haré. Soy presa de mis propias decisiones. Agoté mis esperanzas de felicidad al impedirme soñar por miedo a que los sueños se conviertan en pesadillas.






martes, 20 de octubre de 2015

Secreto

Tengo un secreto que ya no es secreto. Tengo un secreto que ya no mola. Tengo un secreto que ya no es mío.
No sé exactamente dónde ni cómo lo perdí. No sé si lo dejé olvidado en Berlín o fue por Madrid dónde se me cayó.
No sé si desapareció en el momento en el que lo publiqué, o se publicó porque desapareció.
Ni siquiera sé si alguien lo sigue guardando, o sólo yo mantengo su lugar intacto.
Puede que simplemente tergiversé unos susurros que no eran para mí. Será que aquel no era mi secreto. Será que no debió ser secreto o que no debía ser para mí. Será que pertenece a otros oídos y otros labios. Puede que los secretos no existan y todo fuese producto de mi locura. En cualquier caso, me quedé vacía por dentro, sin secretos que albergar porque volaron.

lunes, 19 de octubre de 2015

Fallida discusión

Hoy me levanté con ganas de discutir. Normalmente la gente se despierta con hambre o con sueño. O con ambas. Sin embargo,  en ocasiones, yo me levanto con ganas de discutir. Además de extraño puede parecer obvio. Lamentablemente no es así. He tardado varios años en descubrir que ese malestar que me encogía el pecho de vez en cuando era, simplemente, eso, ganas de discutir.
Después de conseguir descifrar el problema. Es decir, que tenía ganas de discutir. Ganas de discutir porque mis proyectos no se desarrollan como yo tenía planeado. Porque la frustación me alcanza y no me deja respirar. Ganas de discutir porque no me aguanto. Después de descubrir todo eso, trabajé para afrontarlo. Afrontarlo significa huir de las discusiones, esquivar los enfrentamientos en los que descargaría mi rabia y mi ira. Hacer frente a las ganas de discutir, implica esforzarme en evitarlo hasta que ya no tenga ganas.
El día fue cayendo sobre mí y las ganas de discutir hervían bajo una olla a presión que no me veía capaz de abrir. Al final, no pude contener más mi vertiente agresiva y decidí llamar a mi abogado. Es fácil discutir con mi abogado, siempre me da malas noticias y se encarga de decirme todo lo que no puedo hacer. Le llamé varias veces pero no contestó. Podría haberlo dejado ahí, pero, ya que sucumbí a la tentación, iba a pecar.
Me fui hasta su despacho en el centro de Madrid. Estaba situado en lo alto de un edificio señorial. Antiguamente era un edificio muy concurrido, pero ahora apenas tenía vecinos. En la planta de su oficina, ya sólo estaba su negocio. Llamé repetidas veces al timbre sin obtener respuesta. Todo era muy raro, pero pensé que quizá le había surgido algo. Quizá otro cliente con ganas de discutir.
Cuando ya estaba en disposición de irme, me dí cuenta de un detalle. La puerta estaba abierta una milésima. Empujé la puerta y abrí fácilmente. Fui enseguida a la habitación del fondo, dónde me solía recibir él. En ese momento no le concedí importancia a lo vacío que estaba el resto del piso. Al abrir la puerta del despacho de mi abogado, la realidad cayó sobre mí como un piano de plomo. Algo horrible había pasado. Encontré la habitación vacía de muebles, salvo por una mesa escalofriante en el centro. Si hubiese visto esa mesa en un escaparate, no habría llamado mi atención. En un escaparate no sería el soporte de lo que ví. Sobre la mesa, estaba tendida la jefa de mi abogado. La única tela que cubría su cuerpo eran unas esposas de cuero en las muñecas y sus homólogas en los tobillos. Éstas mantenían a la jefa sujeta boca a bajo contra la mesa de cristal. La mordaza que la oprimía la boca, impedía que describiese lo fría que estaba. Su respiración era claramente dificultosa. En parte por las largas horas tendida con la espalda oprimiéndole el pecho. En parte, por la ansiedad de una situación tan  desagradable. En el suelo, unas gotas de sangre reseca ensuciaban el blanco impoluto que  siempre lucía. Provenían de las extremidades de la mujer. Era el resultado de las fuerzas de torsión sobre la frágil piel humana. Era producto de la lucha de una mujer por liberarse de la presión de una inmovilización impuesta. Fueron las gotas que brotaron cuando se acabaron las lágrimas. El escenario era un cuadro impactante, conmovedor y desolador.
Desaparecieron las ganas de discutir, y me acerqué con cuidado, intentando tranquilizarla con palabras de calma. En ese momento, mi debilidad hizo que me desmayara. Me desmayé y sus suplicantes gemidos desgarradores no consiguieron despertarme.

jueves, 15 de octubre de 2015

Patricia y Don Chorlito

Patricia tenía seis años cuando Don Chorlito llegó a casa. Don Chorlito fue su regalo de cumpleaños. Era un periquito azul (aunque en ese momento no estaba claro aún) bebé. Patricia estaba encantada con su nueva mascota y dedicaba todo el tiempo que no estaba en el colegio a observarlo, cuidarlo y ponerle nombre. Don Chorlito dormía en su habitación (tras duras negociaciones con sus padres), en una especie de cuna que ella misma había preparado.
Al cabo de un tiempo, demasiado corto para Patricia, el pequeño pájaro empezó a mover sus alas. Todavía no era capaz de volar, pero lo intentaba a ratos.
Un día, al volver del colegio, había una jaula sobre la cama de Patricia. Sus padres, pacientemente, le explicaron que esa debía ser la nueva casa de Don Chorlito. Ella se echó a llorar, pues ella no cabía y no podría jugar tanto con él. Sin embargo, en ese momento obedeció. Sólo en ese momento y cuando sus padres la veían. Mientras sus padres estaban ocupados, ella sacaba a Don Chorlito de su jaula y correteaba detrás de él. Ella, al contrario que sus padres, sabía que el pájaro no se escaparía, y si lo hacía volvería. Ella y él eran amigos y el no quería separarse de ella tampoco. Incluso podría acompañarla al colegio. Seguro que a Don Chorlito le encantaría.
Todo cambió cuando en el patio del colegio de Patricia un pajarito se cayó del nido intentando volar. A Patricia le dio muchísima pena y pensó que volar era demasiado peligroso. Empezó a pensar y pensar y cada vez veía menos conveniente que Don Chorlito volase. Si volaba podría caerse como el pajarito de su colegio, o le podía atropellar un avión, o podía irse con otra niña...Podían pasar tantas cosas malas que Patricia tuvo muy claro lo que tenía que hacer.
Al llegar a casa, le cortó las alas a Don Chorlito. El pobre pájaro pió muy fuerte, pero Patricia estaba decidida. Pensó que era como cuando sus padres le daban un azote, lo que compensaba a cambio de que no se estrellase o lo atropellara un avión. A los pocos días, Don Chorlito ya no se quejaba y Patricia estaba tranquila porque su amigo estaría a salvo.
Don Chorlito ya nunca voló y nuca sabrá que es volar. Corretea por toda la casa y, de vez en cuando, mira el cielo.

miércoles, 14 de octubre de 2015

El arriero que se hizo hostalero

Érase una vez un arriero que construyó su casa a las afueras del pueblo. Como estaba en el camino, a menudo los viajantes hacían una parada en busca de posada.
Este hombre, al principio reacio, daba algún pedazo de pan y algo de vino. Con el tiempo decidió dejar su oficio y dedicarse al hospedaje. Fue dando cobijo y alimento a aquellos que decidían visitarle.
Su gentil hospitalidad fue aumentando la fama del hombre y su morada. Tanto que, incluso, algunos convoys se desviaban del camino más corto hacia su destino, para descansar en su negocio.
Algunas veces, pasaban gente menos adinerada o con grandes necesidades. En esas ocasiones, nuestro protagonista apenas les cobraba o les regalaba la estancia y los gastos a cambio de una buena historia.
Sin embargo, llegó un momento en el que empezaba a hacerse demasiado duro. Era mucho trabajo para un solo hombre. Pero el karma recompensó su buen hacer pronto. Hasta su hogar llegaron algunas personas que a la vuelta de sus viajes querían alojarse por mucho tiempo. También hubo quien decidió no continuar su viaje y vivir junto a ese hombre. En cualquier caso, encontraron una cálida bienvenida y un oficio.
Los primeros problemas llegaban cuando los nuevos inquilinos se daban cuenta de que era un trabajo demasiado duro. O cuando se habían aburrido y querían seguir viajando. O cuando les llegaba la noticia de otras posadas mejores. Otros también partían en busca de tesoros inventados por los comensales. A menudo, estos problemas se resolvían pronto, pues cada vez que alguien partía, aparecía alguien dispuesto a sustituirle.
Un día, uno de los inquilinos empezó a exigir más salario de lo que el hombre podía permitirse. No obtuvo lo que quiso y de marchó. Se marchó dejando al pobre hombre pesaroso. Se marchó con todas sus pertenencias. Llevaba tanto tiempo allí que la habitación donde pernoctaba también podía considerarse suya. Por tanto, se llevó la habitación entera consigo. Desde lejos de apreciaba el agujero en el edificio. Y el pobre hostelero no pudo alojar a nadie más en ese hueco.
Desde ese momento, decidió no volver a dar una habitación numerada a nadie. Rotaba a la cuadrilla que tuviese en ese momento entre las distintas habitaciones de servicio. Hasta que la historia se repitió y, aunque no era su habitación de siempre, el esquirol de esta ocasión también arranco una habitación entera y se la llevó como recuerdo.
Tras este nuevo palo, decidió ahorrarse el trabajo de las mudanzas entre habitaciones y ser mucho más cuidadoso a la hora de elegir personal. Sólo permitiría arraigarse a aquellos que por sus características no pudiesen dejar un nuevo roto en sus paredes.
Al final, le pudo su corazón y arraigaron y arrancaron casi todas las habitaciones. Sólo quedaba una en pie. Limitó sus servicios a un poco de almuerzo y prestar su cama para una siesta. De este modo envejeció de repente demasiado rápido. La soledad amargaba sus guisos. Pero ¿Cómo iba a compartir su habitación con alguien, si podría llevársela?
Como buen luchador, volvió a confiar sin reparos. Por arte de magia o de brujería. Logró volver a recibir a las gente con esmero y excelentes elaboraciones culinarias. Iba recobrando su fama, ya no como hostal, sino como lugar de almuerzos y cenas.
Tristemente, ahora tiene que dormir en la cocina y pide caridad a los que asoman por allí.

martes, 13 de octubre de 2015

Adiós al único

Mañana cometo el error o la estoicidad de decir adiós. Le diré adiós al único que no lo merecería nunca. Salgo yo perdiendo, pues en el fondo, yo no soy tu rutina. Yo no soy tu día a día. Muchas veces, ni siquiera soy tu semana a semana. Tu no sentirás pena ni pérdida. Tu no estarás solo.
Sin embargo, yo sentiré el desasosiego de saber que no podré verte. Yo sabré que podría verte pero decidí que no. Yo huyo como tú nunca lo harías. Huyo sabiendo que con ello pierdo al más fiel de los que he conocido. Eres el único por el que hoy pondría la mano en fuego. El único que sé que me quiere sinceramente, sin más retorcimientos ni intereses que algunas salchichas. El único que siempre me ha recibido y recibirá con alegría, con un gran saludo. De esos que te evocan una sonrisa por muy negro que se haya pintado el día. Da igual el tiempo que hayamos pasado sin vernos, o si la última vez me porté bien o mal. Da igual si aparento o si no. Si estoy siendo como debo o como no.
Sólo a él puedo quererle de forma relajada. Sin temor a que quererle demasiado o demasiado poco repercutiese en su forma de actuar conmigo. Esa es la clave, le puedo querer descuidada, sin protegerme. Sin preocuparme de protegerle. Y en el fondo, me gusta casi tanto querer como ser querida.
Abrazarle, acariciarle, jugar con él, conseguir llamar su atención...ver como disfruta....todo ello sin tener que preocuparme del precio que deberé pagar. Ni a él ni a sus semejantes...El único precio lo hemos puesto los humanos, y temo no poder pagarlo.
Pero quien sabe, quizá me arrepiento y lo convierto en hasta luego. Quizá el destino no me deja elegir. Quizá un adiós no se vuelve tan malo. No hay quizá en que me encanta y es genial. Y siempre lo recordaré así.

lunes, 12 de octubre de 2015

Noche en compañía

Esa noche intenté dormir sola. En una cama pequeña para no extrañar. Era una cama que invitaba a quedarse. Debe ser por eso por lo que enseguida tuve compañía.
Era una compañía conocida, a la que antes no había prestado atención. Sin embargo, en mi cama se la veía mucho más resultona. Se hizo notar enseguida y de forma algo estruendosa. Los vecinos también sintieron la estrecha unión que formamos.
Aunque yo tenía sueño y debía dormir, quedé supeditada a sus deseos. Pronto la cama dejó de ser una suave cuna donde tener dulces sueños. Se convirtió en campo de batalla ardiente. Tanto ardió que se quedó pequeño, y ella y yo trasladamos nuestro concierto al sofá.
Cuando el sueño se apoderó, por fin, de nuestra música, volvimos al lecho inicial y dormimos.

domingo, 11 de octubre de 2015

Te no quiero

No te quiero porque todavía no aprendí a hacerlo. No te quiero, porque querer es demasiado serio para ser usado por los niños. Y menos aún si se trata de una niña caprichosa como yo. Irónicamente quizá son los niños los que mejor juegan al reparto de cariño. Sus miedos se quedan en un abrazo adulto cualquiera.

No te quiero porque mis miedos no se curan a base de abrazos. Que los abrazos no llegan a curarlo todo de una vez. Que los abrazos pueden subirte tan alto, que si te resbalas te haces añicos.

No te quiero, porque asumirlo implica dolerme con tus grietas y remendar tus rotos. No te quiero, porque tengo más arte rasgando que arreglando.

No te puedo querer porque aún me escuece su sal. No te puedo querer, porque no sé hacerlo a medias. Puedo dibujarte un corazón con las manos y colorearlo con los labios. Puedo disfrazarme de astro y que me mires desde abajo con la luz reflejada en tu rostro. Puedo dejar que me contemples desde arriba como si sobrevolases el mundo. Puedo construir la más maravillosa realidad a tu alrededor y enseñarte a jugar con mis inventos. Pero no puedo quererte.

No quiero que me falte el aire cuando lloras, que el peso del mundo se sitúe en mi pecho cuando mi improvisación no se ajuste al guión esperado. No quiero mirarte a los ojos y decirte que no me atrevo a saltar. No puedo firmar más lágrimas. Y yo no sé querer con ese amor que sólo provoca sonrisas.

Sin embargo, no me dejes de sonreír. No tardes más de la cuenta en llegar. Sin embargo, enciende la luz siempre que lo necesites. Desahógate. Abrígate que hace frío y vete al médico si algo no va bien. Cuéntame como te ha ido el día. Y si me dejas una nariz roja, me declaro clown en jornada ininterrumpida. Tan sólo pretendo que no creas que te quiero, que me falta algún tiempo en el gimnasio para poder coger el peso de no desilusionarte.

Podemos adornarlo, rellenando con un "NO" grande, o pequeño o de colorines. Podemos jugar a despistar a los fantasmas de la incertidumbre y cerrar los ojos antes de lanzar. Podemos plantar un árbol de "noes" que vayamos cogiendo a nuestro antojo. Podemos ignorar lo que estamos escondiendo, y seguir haciendo como que nos lo creemos. Puedo decir que si "te no quiero" no es porque tu lo digas a menudo. No es por el tacto de la "no ropa" ni por el calor de lo indecente. Si "te no quisiera" sería por esa manera de suspirar medio sonriendo cuando te desespero o no me entiendes. Sería cuando buscas un hueco para enredarte entre mi ropa sin quitármela. Sería por tu voz.

sábado, 10 de octubre de 2015

Mi preferido

Él no es el tipo más apuesto y atractivo del barrio. Ni siquiera el más fuerte o el más hábil. Él, aparentemente, es un tipo corriente. Sostiene una melena distinguida de color castaño claro. Lleva el pelo suelto,  y lo suficientemente largo para poner una nota graciosa sobre su rostro. También es lo suficientemente corto para que el viento se enrede entre sus rizos sin despeinarle. Sus rizos son un anuncio de su personalidad. Los mantiene alegres y sin encorsetar bajo gomina o algún otro producto. Ni  siquiera la propia naturaleza le puso un límite definido a su preciosa melena. Un par de mechones negros la hacen original y distinguida.
También tiene un par de cicatrices  que le caracteriza dándole personalidad y distinguiéndolo de los demás.

Él tiene una forma de ser que enamora. No es adulador pero si atento. Siempre te saluda con una amplia sonrisa que te alegra el día. Quizá parte de su magia y su atractivo reside en que actúa como dueño de su destino. No obedece a tus ruegos cuando lo demandas, sino cuando él lo estima oportuno. Marca su camino en la dirección que más satisfacción le puede dar. Tiene un aire entre caradura y juguetón que no permite que te resistas  a sus encantos.

Su único defecto es su mal genio. Es un mal genio particular que no aparece de forma impredecible. Es un mal genio que dura poco y no ataca. Pero es un mal genio que tensa y enloquece. Es rabia, ira y miedo traducido en agresividad y escándalo. Comprensible el fenómeno pero incómodo el momento. Él no se arrepiente ni modifica su conducta. Siempre se enajena y hacerle entrar en razón es una ardua tarea que no da frutos. Esperemos que el futuro le depare más tranquilidad.

A mí, desde luego, me tiene conquistada. A pesar de sus malos momentos, sabe compensar con su cariño incondicional, su mirada limpia y sus gestos sinceros. El brillo de sus ojos me proporciona vida. Sin embargo, después de casi cuatro años es el momento de asumir que nuestro amor es imposible. Él tiene su vida y yo la mía, y ambas, a partir de ahora, son incompatibles. Yo jamás le olvidaré y siempre será bien recibido. Y tengo la certeza de que él tampoco me olvidará pase el tiempo que pase. Ójala le vaya bonito, aunque no tengas mucha opción a decidir. Ójala las personas que entren en su vida le hagan bien. Ójala me perdone por "abandonarle" así... aunque en el fondo sé que está en buenas manos. Es mi preferido.

viernes, 9 de octubre de 2015

Me tienes hasta la punta del coño

"Me tienes hasta la punta del coño". Esa fue su última frase. O su penúltima. O quizá simplemente una de las últimas. Mi conmoción fue tal que no pude seguir consciente después de esas palabras.
Penetraron en mi cuerpo, calándome hasta los huesos. Se incrustó dentro de cada átomo que constituye este insignificante ser. La boca que un día me curó las heridas que deja el trasiego de la vida, esa misma boca, disparó sin compasión contra mi corazón. Se escudó bajo la ineludible verdad de que es su forma de actuar. Ineludible cuando no quiere conquistarte. Cuando no se siente sola. Cuando alguien le agarra de la mano.
Salió victoriosa en esa batalla porque ella no lloraba. Mantenía su fuerte en el hogar que acostumbra a desvalorar.
Yo, en cambio, era arropada por las miradas inquisidoras de la gente que merodeaba la zona. Fui la anécdota que contar al llegar a casa tras un aburrido día. El espectáculo consistía en mostrar la desesperación en forma de llanto desconsolado. El soliloquio venía gracias a la colaboración del apuntador. La voz en carne viva ponía sobre el escenario la parte más dramática. El discurso, sin embargo, apenas ya importaba. Tras el telón sólo se encontraba la explosión dañina de la rabia.
El apuntador se mostraba impasible ante las lágrimas derramadas por el público y por los propios actores. En su mente únicamente albergaba un ego desmesurado cuyo objetivo principal era terminar la obra. Lo que no sabía este apuntador, que a su vez había sido escritor y director, es que esta sería su última obra. No fue consciente de que al pronunciar algo tan soez como "Me tienes hasta la punta del coño" estaba decapitando su gira. En ese preciso momento, el teatro se incendió y los periódicos divulgaron el nefasto desarrollo de la obra. Nadie nunca quiso más volver a verla. Ningún actor volvió a estar dispuesto a representarla.

lunes, 5 de octubre de 2015

Dulces sueños

La noche asusta porque nos pilla antes de lo que nos gustaría. Asusta porque vienen a reunirse enemigos primarios de la supervivencia, como el cansancio, el silencio y la falta de luz. Sin embargo, éstos se reúnen en el único momento del día en que son inocuos. Es más, traen consigo fenómenos únicos que tan sólo llegan para visitar a las estrellas.

Los seres mágicos como los reyes magos y el ratoncito  Pérez tan sólo son el reflejo infantil de los sueños que podemos generar de adultos. La noche es el cobijo perfecto para nuestros propios sueños. Sólo entonces se enmudecen las voces del resto de extraños. Sólo entonces el cielo es lo bastante oscuro para pintar con tiza una nana alegre que nos acune para dormir.

Incluso cuando el arropo de la soledad nos hace sentir completamente desnudos y expuestos a los demonios de nuestro propio pensamiento. Incluso en ese momento, la noche se vuelve el escenario perfecto para ponerle freno. Porque no hay más obligación que cuidarte a ti mismo, que pensar en ti. Puedes llorar para dejar la mancha en el día que está terminando y empezar un nuevo día limpio. O puedes confiar que en ese momento el mundo no se mueve, y es tu espacio y lugar para mover ficha. Es tu turno en la partida de ajedrez que la vida te mantiene bajo jaque constante. La partida debe acabar en algún momento, pero por la noche es tu oportunidad de comer ficha o, incluso, avanzar un peón hasta el final del tablero y recuperar lo que perdiste. Es tu oportunidad de llegar al final de la partida dando tú el mate, o al menos, tablas.

Hasta aquí mi relato diurno, aunque sea bajo lámpara. En mi relato nocturno aparecen palabras como brillante luna o sueños mágicos. Yo quiero ser ese abrazo que te cura del frío aunque sea en la distancia. Aunque ni siquiera te toque. Tengo entre las manos un puñado de polvos de hadas que puedo soplar hasta tu ventana. La brisa que mueve las hojas en sus ramas, va cargada de esas especias encantadoras de sueños. Deja que se cuele debajo de la puerta y no huyas si los ruidos que producen no suenan del todo bien. Es difícil entonar una nana bonita cuando se construye un manto protector. Déjate envolver por esa música y busca la armonía en sus notas. Es el sonido de la capa que protege tu alma para que puedas dormir sin tener que vigilarla. Vuela libre sin miedo a quemarte con el sol, con orgullo de todo lo que has logrado. Con el orgullo de estar cansada por haber luchado. Se gane o pierda el mero hecho de luchar merece la recompensa de un buen descanso. Túmbate en el mullido sofá y siente como tu cuerpo va dejando caer su peso. Va descargando la presión del día y el sofá se encarga de sostenerte.  Siente el descanso que produce la ausencia de zapatos en los pies. Incluso puedes tocarte un dedo para comprobar que es real, que por fin a llegado la noche para descalzarse de presiones. Dibuja círculos en el aire o estrellas o corazones. Dibuja lo que quieras que el calor de las sábanas lo borrará y te hará la única propietaria de esos momentos. Reposa tu mente sobre un chiste , un recuerdo bonito  o una buena serie. Recuerda que tu mente también puede dibujar. Dibuja un cofre dónde puedas guardar el brillo de la luna. O la alegría de las estrellas tintineantes. O ambas cosas. O incluso todo lo que se te ocurra.

Y si todo esto te parece un cuento, léelo antes de dormir. Y si todo esto te parece un chiste, léetelo antes de dormir. Aun si esto parece absurdo e inútil, al menos te entretuvo el tiempo suficiente para robarte un beso sin que te enteres. Total, mañana será otro día.

domingo, 4 de octubre de 2015

La pena

La pena es una droga barata. Es tan fácil conseguirla que, en ocasiones, la esnifas sin querer. Parece irónico que  los  bombardeos acerca de la imprescindible búsqueda de la felicidad nos conduzcan a la tristeza.  Debe ser porque conmueve, y tener sentimientos te hace sentir vivo. Es como si nunca fuéramos conscientes de su existencia hasta que duele.

Cierto es, que la alegría también podría moverlo. Sin embargo, de la misma fuerza resultan movimientos menos intensos con la felicidad. Debe estar relacionado con el mismo motivo que hace más difícil conseguir risas que llantos.

Es un paradigma indescifrable que siempre consigue atrapar más de la cuenta. Siempre consigue atrapar a más de los que se dan cuenta. La tristeza mece el alma despacio y se va acomodando sin hacer ruido para no despertar.

Cuando se despierta, porque siempre acabas despertando, puede llegar el final o no. El final llega cuando decides que no quieres seguir fumando tristeza y decides  abandonar el sin vivir por el vivir, aunque sea menos intenso. A veces te atrapas sólo y a veces es otro quien te atrapa. A veces, incluso eres tu quien pone las redes del hundimiento sobre otra persona.

Hay algunos ángeles de la tristeza que se alimentan de la felicidad y fortaleza de los demonios. Digo ángeles porque a menudo pueden desbordar bondad. Digo demonios porque nunca imaginan que son los débiles, los que cederán y sufrirán. Por eso, a veces, resulta hasta beneficioso que algún ángel te abandone. Aunque sea por otro demonio.

jueves, 1 de octubre de 2015

Una gota transparente

Transparente no es lo mismo que inocuo.
Transparente puede no ser invisible.
Lo invisible puede ser lo que más destaque.

Son unos versos dedicados a ella que tanto sabe. Ella es una gota transparente que encierra las partes más incomprensibles del mundo.

Su vida consistió en caer. A paso lento, acompasado. Quizá se podría decir que hasta apacible. Sin embargo, apenas cambió durante el recorrido hasta su fin. Un fin predecible y rectilíneo marcado por el borde de la ventana. Ella había amanecido con los primeros calores del coche, producto del morir del vaho. Ella, como tantas otras, era una gota de agua formada por la condensación. Pequeña y transparente.

Lleva consigo la contradicción, perezosa y llena de vida. Fruto del paso de la noche, aparece de día. Reposaba en un lecho blando y colorido. Sobre un edredón de brillante color rojo mostraba su desnuda figura. La foto desde aquel ángulo era una espectacular composición en la que ambas componentes, cama y durmiente, añadían valor a la otra. Ella es esa gota que deja el sol al amanecer sobre una rosa. La rosa impregna de color el transparente de su agua. La gota juega con el color de los pétalos esquivando las espinas, dándole vida a la propia vida. Redonda y reluciente.

Ella no sale en busca de aventuras, ella se escapa. Huye deprisa pero rueda lento. Tan lento que, a menudo, vuelve a ser atrapada por el mismo cuerpo que la dejo salir. Con un poco de suerte, alguien la retira antes, evitando su huida y su vuelta. Ella, tiene un sabor salado poco,. Su sabor amargo puede ser tan potente que lo sientas papilas gustativas distintas a las que lo prueban. Ella es tan transparente como las demás, salvo en la mejilla de algún rostro. En ese momento late tan fuerte que es imposible hacerse el ciego. Lleva consigo el peso del dolor, salió huyendo de un  corazón destrozado cargada de pesar. Es una de las gotas más incomprendidas. Nadie quiere verlas, nadie las venera, y sin embargo, son las que más ayudan al alma. Son las que siempre están ahí cuando algo va mal. En cada gota de amargo salado, se está aliviando un poco de desolación sentimental. En ocasiones inclusos, una sola gota puede llegar a ser más intensa que el torrencial de sal que envuelve una pataleta. Todo depende de su composición. Su amargura y su sal.

Ella es hermana casi melliza de la anterior. Se desliza por el mismo terreno y tiene la misma forma en las pinturas. Sin embargo, difiere tanto en su composición que la mezcla con la piel es claramente diferente. Este agua en pequeña dosis, es tan salada como dulce. No huye sino que se escapa sin querer. No consuela sino que busca conquistar el mundo. Es el fruto de una alegría, una emoción o un descanso. Es la gota que colma el vaso de lo bueno. Es en su simpleza una espectacular visión del ser humano. Consigue endulzar varios corazones a la vez y permanecer en el paladar durante bastante tiempo. Es una lágrima buscada, una bonita forma de sonreir. Además es capaz de multiplicar su valor dependiendo de la circunstancia. Es genialidad. Sencillez y esplendor.

Lágrima camuflada entre gemidos. Consecuencia de tocar el cielo con la punta de los dedos. O de los labios. Aparece tras el sexo, pero sólo cuando se trata de amor. Se la relaciona con el acto de un orgasmo cuando se hace el amor. Olorosa y explosiva.

En definitiva, una gota transparente tiene tantos papeles y encierra tantos enigmas que tan sólo se me ocurre acusarla de mágica. Tan pequeña e incolora y cargada con significados descomunales, inmenso y variopintos. Es la clave de la existencia. Puede provocar más ruido y emoción incluso sola que entre miles. Pesa más una lágrima triste que el torrencial flujo de una cascada infinita. Emociona más una lágrima del centro del corazón que lo manantiales del centro de la tierra. Es te quiero, es me importas, es me duele, es me llena de alegría, es rabia, es aliento, es pasado, es presente, es futuro, es...magia. Todo esto y muchas más cosas que no acierto a escribir significa para mi una gota transparente.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Yo y tu. Tu y yo.

Yo tengo un fantasma y varios monstruos. Tu ya has conseguido superar esas pantallas de este juego que llaman vida. Tu tan grande y yo tan pequeña. Tu con tanto, yo con tan poco. Tu me abrigas. Yo te quito las sábanas.

Seguimos un camino desconocido sin saber el destino. Puede que lleguemos a una calle cortada. Puede que nos pasemos la vida dando vueltas en círculo. O puede que con tus hoyuelos espontáneos y mis notas improvisadas en la nevera consigamos ser felices. Yo soy kamikaze y tu paracaídas. No llego a la Luna y mucho menos al Sol, pero intentaré brillar todo lo que pueda.

Gracias por ser mi ciudad cuando se derrumba mi mundo.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Las cuatro esquinas

Desde hace algún tiempo vengo arrastrando la costumbre de observar durante horas las cuatro esquinas mágicas. Son mágicas porque encierran arte difícil de entender a simple vista. No siempre me paro en las mismas cuatro esquinas, aunque hay una pieza que contemplo más a menudo. Me gusta porque según el ángulo desde dónde la mires puedes observar unos matices u otros. Según la distancia a la que te encuentres, puedes apreciar distintos detalles que dotan a esta forma geométrica de mundos diferentes. Incluso, a veces, te devuelve un poco del mundo desde dónde miras. Esto sucede especialmente de noche, a la luz de la lámpara. Entre otras cosas, es mi preferida porque con el paso de los días va adquiriendo más detalles que parecen dibujar el peso de la vida.

Algunos días, como hoy, estoy especialmente melancólica y desearía introducirme en uno de los mundos que se ven dibujados entre esas cuatro esquinas. Sería una entrada triunfal, y una vez atravesada la barrera, recorrería el mundo a gran velocidad. A una velocidad tan grande que diese miedo. Tan rápido que fuese imposible de parar. Haciendo un estruendoso aterrizaje que me libere de la realidad del lado desde el que siempre miro.

Quizá algún día lo logre, o no. Quizá algún día deje de entender el arte. Quizá algún día el arte no se encuentre en un octavo piso. Quizá mañana. Sin embargo, esta noche, volveré a soñar con la ventana de mi habitación.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Mi estrella

Las estrellas son unos astros luminosos que se caracterizan principalmente por su magia. Tienen un gran poder ilusorio que consiste en aparecer y desaparecer sin que nos demos cuenta. Ponen bonitos puntos de luz en un oscuro cielo dominado por la Luna. Pintan un mapa de la vida que si lo aprendes bien jamás estarás perdido. Sin embargo, ni la Luna ni el Sol, tan grandes ellos, saben hacer esa magia.

Yo un día encontré mi estrella. Yo estaba perdida en un desierto, tan lleno de oasis, que apenas tenía sentido. La vi una noche de insomnio. No era la que más brillaba ni la más grande. Simplemente era la más especial. Brillaba mejor que ninguna, lo que la convertía en la estrella más bella que jamás pueda existir o imaginarse. Al amanecer, pensé que sólo podía tratarse de un espejismo de este macabro desierto que buscaba mi desesperación. Sin embargo, pasé varias noches viéndola, hasta que empecé a preguntarme si ella también me estaría viendo a mi.

Las siguientes semanas transcurrieron más de noche que de día. Y el día transcurría con la búsqueda de un mecanismo que me acercarse hacia aquella maravilla presente en el firmamento. Lo intenté todo, desde subirme a la palmera más alta, hasta la construcción de varios telescopios. No lograba comunicarme con ella, a pesar de los esfuerzos de ambos. Si, mi estrella cuando la miraba daba un rápido destello un poco mas grande del normal y así me hacía sentir que la fascinación era mutua.

Por fin, un día, el destino o unos extraterrestres muy adelantados, lograron darme una solución a mi problema. Cuando yo miraba a mi estrella, ella me enviaba un rayo de luz, que llegaba directamente a mi pecho. Un pequeño haz, casi imperceptible por el ojo humano (mis ojos en aquel momento no eran humanos, estaban enamorados). Esas partículas luminosas eran su pura esencia que enviaba a la tierra para hacer de cable interespacial y poder comunicarnos. Sorprendentemente, o yo entendía estrello sin problema, o ella hablaba en castellano. O no importaba tanto el idioma sino la energía con la que nos tocábamos. Era tan gratificante sentir el calor de sus caricias que a veces, incluso, olvidaba funciones tan vitales como comer o dormir. Ella se convirtió en el sentido de mi vida, y mirarla todas las noches en la rutina más placentera. Se convirtió en mi única obsesión. Una obsesión correspondida en la que la magia cargada de realidad se transformaba en una explosión de inmenso amor. Era la luz de mi vida. Me resucitó cuando estaba a punto de morir. Le dio un significado a mi vida y a mi misma. Y sin darme cuenta, hasta me transformó por completo.

Los problemas empezaron cuando ella me pidió que viajara por la línea incandescente que nos unía hasta tocarla de cerca. He de reconocer, que tarde varios meses en decidirme por el miedo que me producía el mundo exterior. Perdón, mejor dicho, el exterior del mundo. Sin embargo, tras varias noches escuchando su llanto, decidí emprender el viaje. Mi corazón estaba tan pleno e ilusionado que las dudas tan sólo servían de miguitas para volver a casa. Por fin la tenía a mi lado y pude recorrerla entera con las palmas de mis manos. Por fin pudimos estasiarnos con nuestra completa unión. Más allá de lo terrestre. Más allá de lo espacial. Magia y realidad. Divino y humano. El culmen de los sentimientos placenteros.

Sin embargo, no duró demasiado. Su magia no era lo bastante buena como para sustituir el oxígeno terrestre al que la estúpida de mi estaba acostumbrada. Mi primera estancia no duró mucho. Pero hubo más, muchas más. Tomábamos el tiempo necesario para recuperarme y atender mi vida de terrícola normal. En cuanto podía, me escapaba como un cohete sin frenos. Al pensar en aquellos momentos tan sólo puedo decir "felicidad intensa".

Cuando el desgaste de mis zapatillas hizo su mella, un día dejé de oírla. Todas las noches la veía en el cielo y me interponía entre su rayo y el resto del mundo. Sin embargo, era como si ya no me mirase. Y la incertidumbre agarrotó mi corazón. Mi corazón y el resto del cuerpo, pues me quedé inmóvil por varios años. Al despertar de mi letargo, un último aliento de valentía recorrí el hilo que nos unía para ir en su búsqueda. Llegué al final y no la encontré. No estaba. ¿Había desaparecido? ¿Cómo podía no estar si yo la veía todas las noches? ¿Cómo es posible tal engaño? Entonces me senté donde antaño estaba ella, y recordé las nociones básicas de astronomía. Mi estrella era tan fabulosa que estaba lejos de lo terrenal. Concretamente, a varios años luz del lugar que yo habitaba. Ella ya no estaba, pero su luz seguía llegando. La había perdido sin darme cuenta, desapareció mucho antes de mi viaje.

Esto me hizo pensar, que quizá también ella me miró mucho antes que yo ha ella. Imagino entonces su frustración, al fijarse en mí y yo ignorarla por desconocimiento. Había perdido varios años por ser invisible para mi y otros tantos por ser tan visible que no me percaté de que la perdía.
Y se fue y me dejó sola entre lo mundano. Con un destello en el que sólo estoy yo.

Quizá era demasiado poco para ella, quizá tardé demasiado en ir a buscarla. Quizá la obligaron a irse. Quizá se fue porque no quiso, porque no quiso quererme más. Quizá se largó para buscar un extraterrestre que también pudiese hacer magia. Quizá...quizá...quizá simplemente se cansó de mi y mi realidad. Quizá...quizá...quizá le guiñaba el ojo a más seres en todo el espacio y uno se la llevó. Quizá...quizá...quizá quiso recorrer el espacio que yo no podía ofrecerla y encontrar algo más apropiado a su categoría. Pero las estrellas nacen para alumbrar, por lo que supongo que ya está alumbrando otro corazón en otro planeta. A pesar de todo, tengo el orgullo de decir que soy la única persona en la faz de la tierra a la que amó una estrella. La mejor estrella del infinito y más allá.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

No me escuches

Óyeme pero no me escuches. Tan sólo quiero emocionarte sin significar. Como una canción alucinante en un idioma completamente desconocido. Impronunciable. Porque yo no busco conquistar las mentes. Busco hacerlas libres, y la primera a la mía. No quiero encerrar en un cuadro comprensible los sentimientos. No puedo acotarlos mediante fórmulas que caben en una hoja de papel, cómo si de  matemáticas se tratasen. Porque en la vida real, que no es la práctica, dos y dos no son cuatro y uno por cero siempre duele.  Necesito darle la potencia del arte, aunque no sea capaz de crear nada bonito. No puedo explicar lo que no comprendo. No quiero que nadie entienda las cosas alejadas de la razón.
Déjame pintar sobre tu piel miles de caminos, pero no me preguntes a dónde van. Cierra los ojos y siente la brisa de mi respiración, pero no quieras saber si mis pulmones están calcinados por el humo del tabaco. Escucha la melodía que bailo con mis labios, pero jamás podría contarte el compás.
Siénteme, víveme para hacerme libre. No me nombres, no me comprendas, no busques mis respuestas. No me trates como un problema que resolver porque no estoy hecha de ecuaciones. Trátame como si fuese arte para empujarme a la felicidad.

martes, 15 de septiembre de 2015

Esquela

Este escrito es para comunicar un hecho que en el momento mismo de producirse ha dejado de tener relevancia. Este acontecimiento se trata ni más ni menos que de mi muerte. Se desconoce la fecha exacta de este suceso, por lo que en la lápida no estará datada. Además dada la inusual importancia de un fenómeno de tales características, nadie pondrá objeción ni impedimento. Lo curioso es que, como anuncié al principio, justo antes de la muerte, mi fallecimiento habría arrastrado grandes consecuencias humanitarias.

Mi vida terminó porque perdió transcendencia. Había dejado de ser la fuerza imparable para ser el objeto "inamovible". Y como objeto móvil rodó y rodó hasta llegar al fin de su existencia. Esto ocurrió quizá por culpa de mi ego. Un ego desorbitado que poseía la extravagancia de los grandes artistas, aquellos que buscaban la inmortalidad por medio de su obra. Este ego ciego y tonto, centro su obra en los corazones ajenos. El material más difícil de esculpir. Tan frágil que en cada descanso de cincel pueden perderse las formas.

Podría haber bastado con pintar leves sonrisas, o contentarse con cantar susurros que ericen el vello a más de una persona. Incluso escribir poemas entre renglones de lunares habría sido un logro considerable. Sin embargo, era demasiado poco para alimentar tanta ambición desmedida. Quiso buscar la transcendencia en algo demasiado volátil. Quiso cambiar las normas establecidas y volver prescindible lo imprescindible.

Por más inverosímil que parezca, logré encontrar el material y la forma adecuada para calmar esa sed de grandeza. Por fin encontré el camino hacia mi obra maestra y una vez concluida, la dejé volar en un incauto acto de  generosidad.

Y se fue, se fue sabiendo lo que yo sé. Se fue sabiendo que sólo hay una mejor amiga, sólo hay una hermana preferida y sólamente puede haber una hija predilecta. Se fue dejándome la certeza de que lo único que puede haber más de una son amores. Se fue y al irse me hizo un poco más pequeña. Se fue y me devolvió a mi estatus de prescindible. Prescindible como los zombies queno se levantan de su caja. Tierra por encima, olvido por debajo.

martes, 25 de agosto de 2015

Créeme

Tengo derecho a que te creas mis mentiras. Si, lo tengo. Tengo todo el derecho. Estoy absolutamente convencida de ello. Es tu obligación creerte lo que digo. Y la suya. Y la de aquel. Cualquier persona que trate conmigo debería cumplir esta ley aprobada por mayoría absoluta el pasado año. Si, esta última parte es mentira. Pero hay que creérselo. ¿Por qué? Porque lo digo yo, y yo soy la reina universal de este mundo. Y quien diga lo contrario, será detenido por incumplir el precepto de creerse mis mentiras.

Si mentir para no hacer daño a los demás se considera piadoso, ¿cómo no voy a ser piadosa conmigo misma?. Las mentiras llevan evolucionando con el transcurso de la historia de la humanidad. Son una especie claramente designada por Darwin para que sobreviva. Para que nosotros sobrevivamos. Si mis respuesta a las preguntas que no te incumben son mentira, si estas respuestas no te perjudican y, sobre todo, si la mentira que te cuento me beneficia, es cruel aquel que quiera desenmascararme. Si miento para ocultar lo que no te pertenece, déjalo oculto. Si miento, porque escuchar de mis labios la verdad me duele, participa del embuste haciendo que me crees. Es más si miento porque decido mentir, es mi decisión. No es la tuya. Quien decide la versión de mi realidad soy yo. Quien decide el contenido de mi voz soy yo. Quien decide lo que quiere mostrar al exterior soy yo.

Quizá un día te diga que odio el exquisito y rico sabor del chocolate. Es mentira y tu única opción es creerme. Es verdad que en ese momento quiero vivir con esos parámetros. No tengo la obligación de explicarte que soy alérgica al cacao. O que me recuerda a mi abuelo. Ni si quiera tienes el derecho de saber que la última vez que comí chocolate me sentó tan mal que todavía no lo he superado. Y menos aún que es un alimento que reservo para ocasiones especiales. Por eso, sólo tiene cabida que me creas. O al menos, que utilices tu poder embustero. En tal caso, yo respetaré tu mentira.

El peligro es mentirse a sí mismo. El peligro es confundir al yo interior que tiene fe en ti. Es un peligro constante y que puede conseguir desestabilizar tus islas de mentira y verdad. Sin embargo, mientras uno mismo sea capaz de diferenciar, es posible salvarse. Mientras mi falsa realidad no destruya la realidad de otra persona, ya sea la verdadera o la inventada, es una obra teatral digna y valiosa. Mientras sea así, los demás deben respetar mis mentiras. Sólo así podrán respetar realmente mi verdad.

viernes, 21 de agosto de 2015

Es lo que es

No es tu boca, ni tu lengua, ni tu cuerpo. Ni siquiera el sonido de tu risa.
Podría pensarse que es tu voz. Tampoco es tu voz.
Quizá el movimiento de tus manos, o las caricias que regalas, o las que provocas. Quizá el movimiento de tu pelo, o el de tus caderas. Quizá para alguien que no sea yo. Para mí, tampoco es ninguna de estas cosas.
Pensar que se trata de tus besos y de tus mordiscos no sería descabellado. Si no se tratase de mí.
Tan sólo es saber leer tus miradas. Conseguir ver el fondo de tu alma asomándose a las ventanas de tus ojos.

domingo, 9 de agosto de 2015

Vuelves

Hoy no soy persona y no soy persona por ti. Tú cobras vida y yo la pierdo, tú apareces y yo me desvanezco. Amante obsesionado que apareces al anochecer aporreando los cristales de mi balcón. Para cantarme una sonata que mantengo encerrada bajo llave en la memoria. Vuelves con nuestra canción, a recordarme las noches arropada a tu lado y los días cargados de tu olor. Vuelves aunque no esté dispuesta a abrirte la ventana. Caminas hacia mi entonando una melodía maldita que no logro desprender de mis oídos. Me embrujas con tu canto paralizando mis músculos y agitando mis huesos, provocando una guerra inmóvil. Mi sangre se olvidó de su cometido y baila siguiendo tu compás.

A ratos, yo consigo olvidarte y me ilusiono con la idea de que tú también me has olvidado. Sin embargo, nunca sabré quien de los dos tiene más memoria. Si de tanto huirte, a veces te persigo. Si tu también huyes, pero tropiezas. Desde el suelo me levanto agarrándome al sol para robarle la fuerza que necesito para alejarte de una patada. Y lo consigo, y te alejo. Y me dejas espacio y yo creo que te has ido. Y yo me pongo manos a la obra. Voy construyendo poco a poco los pilares de mi existencia. Las columnas de una vida sin ti. Sin embargo, como si de papel se tratase, los días de tormenta me mojo. Y al hediondo olor de la humedad apareces entre las sombras. Y al verte, mi mundo entero se derrumba. Te quedas mirando como he quedado atrapada entre mis propios escombros. Disfrutas contemplando el espectáculo gris que se produce. Disfrutas con la sequedad de mi boca tras las horas de insomnio. Disfrutas con la angustia que desprende un corazón que se ahoga. Y esa felicidad te va haciendo grande, y a mi pequeña. Vas creciendo para taparme el sol. Y a oscuras tanteo una salida que no encuentro y me pregunto si mi destino es estar por siempre unida a ti. Y me hago la sorda porque temo oír la respuesta. Y entonces empiezo a no querer un destino.

Sin embargo, mi soberbia me impide abandonar la partida antes que tú. Y saco los ases que guardé bajo la manga. Anudando el estómago y dejando un "all-in" sobre el tapete ensangrentado. Y aunque el humo emborrona tu salida, ya no estás. Me levanto de la mesa recogiendo los únicos jirones que he logrado salvar de mi piel. Emprendo el camino de vuelta a casa. Me llevará unos meses volver a dormir bajo techo, y que las paredes me protejan de los vientos. Pero consigo una vez más, levantar un refugio.

Y vuelves, y retornas, y me encuentras, y no escapo, y me atrapas. Y vuelves, y traes nuevos trucos. Y me embaucas. Y vuelves. Y te echo. Te echo. Te logro echar. Pero te llevas una parte de mí en cada huida. Esa parte que reconozco. Esa parte que me identifica. Esa parte que dibuja concavidades en mi rostro. Te escapas en el momento exacto en el que estoy dejando de agonizar. Me llevas a la puerta del infierno y me abandonas. Deshago el camino y vuelvo a la superficie. Con menos cuerpo. Con menos calma. Con menos alma. Sin fuerzas y sin aliento, pero con memoria.

Y esta vez te gano con un órdago. Y te pierdes. Y me olvidas. Y te olvido. Y no te olvido. Y sigues conmigo aunque no te vea. Y no sé donde te escondes. Y te siento. Y te ignoro.

Y te haces visible. De nuevo. Vuelven a sonar las notas que siempre te acompañan. Silvas la canción que me enamoró de ti. Vuelvo a notar tu respiración y se me vuelve a erizar la piel. Regresas a beberte hasta el penúltimo sorbo de mi aliento. El último sorbo es el que soporta todo el sufrimiento de volver a verte. Una exhalación tan pequeña que es inaudible. Una exhalación que debo inhalar para empezar de nuevo. Una inhalación que asume que volverás.

sábado, 27 de junio de 2015

Bienvenidos

Dicen que las desgracias nunca vienen solas; que cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pongas las tuyas a remojar; que los más desgraciados son los que lloran menos. Sin embargo, no ha venido sola y es una bendición y la falta de lagrimas era por la inundación de alegría. Y la presencia de ellas, si hubo, también. Aunque si es cierto que el vecino lleva poco más de tres meses afeitado.

La cuestión es que el frío se ha ido yendo para dejar paso a un par de soles que se hicieron querer incluso antes de aparecer. Ahora brilla en lo alto el calor de trascender un poco más allá de la propia vida. Ahora los enanos pasan a ser gigantes con juguetes nuevos. Juguetes no por no tomar en serio, si no por que nos devuelven la ilusión que practican los niños. Porque aunque tengan una explicación científico-lógica, preferimos olvidarla para envolvernos en una magia que hace arder el corazón. Una alegría y emoción inocente que no es sugestionable, ni comercializada, ni interesada. Reflejada en el brillo de los ojos de ellas, de ellos, de vosotros y de nosotros.

Un sentimiento sincero que arranca las ganas de cuidar, mimar y enseñar. Durante nueves meses nuestras manos no alcanzaron a tocaros, pero una vez que os sostuvimos en brazos fue inevitable que necesitáramos baberos. Siempre diré que es para que no os acomplejéis por usarlos vosotros. En el futuro, tendréis un reportaje entero para que os avergoncemos delante de vuestros amigos. Sin embargo, los píxeles no saben explicar que quiero mostraros la ventana del mundo a la que llego, y que gracias a todos podáis coleccionar muchas ventanas y puertas. No saben explicar tampoco, que queremos ser el apoyo de vuestros padres y, de vez en cuando, su peor pesadilla al consentiros demasiado. Seremos la alternativa adulta a vuestros padres cuando os toque revelaros. Unos ojos fuera de vuestra casa que estarán muy atentos para veros crecer. Unas manos que quieren construir un poquito de vuestro mundo y hacerse en un hueco en ese corazón tierno e inocente al que iréis dando forma. En mi corazón ya tenéis zona VIP. Bienvenidos.

Una vez más, la felicidad está en las cosas pequeñas, Rubén y Leyre. Espero que seáis muy grandes.

miércoles, 17 de junio de 2015

Desaparece

Aunque ocurrió despacio y la transformación fue lenta, tardé demasiado en darme cuenta. Al principio, tan solo desaparecían temporalmente. Poco a poco fui viendo como mi cuerpo desaparecía de forma permanente. Poco a poco él veía como yo le ignoraba. Y un día me di cuenta de que algunos dedos habían desaparecido. Estuve mucho tiempo esperando, hasta que, por fin, comprendí que era irremediable. Estaba desapareciendo. No me estaba volviendo invisible, no. Desaparecía de verdad. Mi cuerpo se caía a cachos y el rastro que dejaba era tan sólo vacío. Eran mutilaciones sigilosas que no dejaban huellas.  Pero empecé a reaccionar, sustituyendo los huecos donde deberían estar mis órganos por prótesis físicamente idénticas. Nadie notaba la estafa, nadie advertía aquella trampa.

Ahora comienza el proceso más doloroso. Son los órganos internos los que abandonan este cuerpo postizo. Una armadura perfectamente lograda que se está pudriendo por dentro. Noto como las tripas se van deshaciendo y el edor alcanza la nariz de juguete que me permite no vivir como un mounstruo. ¿De dónde saco voz para gritar? Si mis pulmones tan sólo albergan los escombros de unas costillas derrumbadas a machetazos. El oxígeno ya no encuentra lugar en este cuerpo tan artificial que solo sabe emitir chirridos espeluznantes.

El problema es que algunos órganos no se pueden emular. El problema es que siempre quedarán jirones que recuerden la tragedia. Rotos que no sirven nada más que para malcomparar y darse cuenta de lo mal que huele el plástico recalentado. Trapajos que como si tuvieran vida propia, se agrupan formando una estaca clavada en lo más profundo del dolor. Incisivamente va hundiendose, rasgando las paredes de un agujero que se agranda con los años. El problema es que no se cual es el problema. El problema es que no puedo recuperar ni la piel, ni los huesos, ni los músculos que perdí. El problema no existe, tan sólo es una maqueta.

sábado, 9 de mayo de 2015

Tengo un corazón

Tengo un corazón anestesiado que va destrozando los muebles a golpe de taquicardia. Hace tiempo que decidí liberarle de la cárcel que formaba mis costillas. Duerme debajo de mi colchón porque a veces echa de menos la oscuridad que hay en el interior del cuerpo humano. El muy desagradecido está empezando a abusar. Ya ha compuesto la decoración imposible de mi cuarto. Se olvida de que las personas sin corazón somos un poco menos pacientes que el resto y no podemos perder el tiempo. El parece divertise dejando que el tiempo vaya dejando pelusas bajo mi silla. Después organiza una fiesta invitando a cualquier objeto que se haya perdido por el encima del escritorio. Reivindica su espacio a gritos cuando a mí me duele la cabeza. Es su mejor estrategia, pues yo me acuesto por no oírle y el voltea mis pantalones sobre los pies de mi cama. A veces, cuando tiene frío hace una hoguera con papeles.

Tengo un corazón que se cabrea cuando duermo, y me pellizca las mejillas esperando que le organice algún juego divertido. A menudo, se olvida de acompañarme cuando llueve y se queda en casa cuando hace sol. Le encanta que le cuente las historias que vi en el metro y de vez en cuando, baila conmigo. Es caprichoso y testarudo. Me saca de mis casillas y me impide trabajar cuando está cansado. Cuando acaba de despertarse tan sólo quiere jugar y cuando está triste abusa del gimnasio.

Cuento de Navidad

Ella fue el amor de mi vida. Miento. Ella sigue siendo el amor de mi vida. Ella era perfecta. Estoy segura de que podría hacerla la mujer más feliz del mundo. Aunque tenía un gran defecto. Pensaba demasiado, se dejaba guiar demasiado por la razón. Y por las apariencias. Y por lo que dijese la gente. Ahora sigue siendo perfecta, pero ya no la reconozco. Desde hace un tiempo, sus gestos se han tornado de otro color y sus acciones se salen de toda norma establecida anteriormente. No entiendo cómo ha podido transformar tanto el mundo en tampoco tiempo. Yo haría cualquier cosa por ella. Daría mi vida. Sería capaz de todo por estar a su lado. Ella me da vida. Sin ella soy menos guapa. Es tonta porque no se da cuenta de que nadie la va a querer como yo. Y acto seguido, un fuego recorre el universo encerrado bajo mi piel, reflejando la rabia que alberga. A veces, defendería hasta el infinito que ella me amó. Otras, tan sólo siento que jugó conmigo. No fui yo. Fue ella quien jugó conmigo. Yo he cometido muchos errores, pero ella me ha hecho sufrir muchísimo. Alguien que te quiere no te hace llorar. Alguien que te quiere no te traiciona. Alguien que te quiere no deja de quererte enseguida. Ni te sustituye por la primera persona que encuentra. Ni se olvida de ti. Ella me quería solo a veces. Esas veces en las que el mundo no existía. Esas veces en las que yo lograba despistar a su enorme cabezón y se dejaba llevar. Y entonces, ella me amaba con locura y era capaz de envolverme en una nube de magia intensa. En esos momentos, ella y yo eramos inmensamente felices. Yo siempre fui una idiota. Supongo que todos cuando amamos nos volvemos idiotas. Siempre fui detrás. Ella me echaba de su lado una y otra vez. Alguien que te quiere de verdad no te aleja. Alguien que te quiere de verdad no te hace sentir como si fueses lo peor. Pero me encantaba como me cuidaba, me dio todo lo que el mundo se olvidó de repartirme. Ella me cuidaba, me protegía, me enseñaba y me daba cariño. Alguien que no te quiere de verdad, no se desvive por ti así. Nunca llegué a ser capaz de entenderla, ni de comprender lo que pensaba. Me conformé con saber actuar en cada momento, con sacarle una sonrisa cuando lo necesitaba (me encanta su sonrisa). Siempre he tenido miedo a que me abandonase, a que me dejase como un perro tirado en una cuneta. Una vez, se cambiaron las tornas. Sin embargo, no duró mucho. Ella destruyó todo a su paso y se fue. Dejó vacío y dejó dudas. Dejó rencores. Ella me pide tiempo, distancia y que sea feliz. Una vez más, vuelve a jugar conmigo y tiene que ser lo que ella quiere.


Ella está increíblemente buena. Para mí el físico no es lo más importante, pero cuando sólo buscas sexo, viene bastante bien. Yo andaba dibujando círculos de colores entorno a mi ombligo. Concentrada en pasar por aquellas líneas concéntricas las decisiones que me atañían. Aunque no era la única parte a la que quería prestar atención. Ella vino para emborronar todas esas líneas entre sudores. Ella tan sólo podría existir momentáneamente. Yo la ayudaría a olvidar, o a recordar, o a aprender. Ella es guapa y estaba entre mis sábanas. Ella fue dejando su perfume en mi vida, sin yo darme cuenta, sin yo permitírselo. Ella no encajaba en mis esquemas. Ella no estaba en los libros de experiencia que había ido construyendo. Ella me fue dando cada vez un poquito más de miedo. Ella es lo que me había cansado de buscar. Ella potencia mis sonrisas. Me estoy acostumbrando a ella, aunque a veces, ella desaparece dejando una bomba de humo. Ella me lleva por caminos nuevos en senderos que yo ya visité. A veces, pienso que es demasiado libre e independiente. Otras veces, tengo la sensación de que viene atada a un equipaje demasiado pesado. A veces me entran ganas de correr y huir. Otras, de correr a sus brazos para no soltarme jamás. Yo podría cuidarla, y me encantaría mimarla como hago con mi gente. Pero, ella, por llevar la contraría, no siempre me deja.


Ella viaja a un ritmo desconocido. Desacompasado y sin armonía. El volumen varía según el momento del día. Ella se ha quitado unos cuantos kilos de encima y se ha vuelto un poco más ágil. Ella ha bajado un poco la mirada y ya no se dirige al horizonte. Ella no va a deshacer el camino, aunque sabe perfectamente por dónde a venido. Ella a veces no avanza. Ella a veces corre. Ella lleva una pistola en el bolso que no va cargada. Ella carga el pesado metal bajo sus talones. A ella, a veces se le olvida su idioma, y sólo sabe palabras de un lenguaje que nadie más conoce. Ella no sabe conjurar frases con sentido. Sin embargo, ella sabe decorar con las manos los espacios. Ella piensa que las palabras mienten y que la piel siempre es sincera. Ella está tan acostumbrada a los cuentos de ficción que no utiliza relatos para la vida real. Ella ahora es feliz aunque no estaba en sus planes. Ella no entiende que nadie vea el negro de sus claros. Ella se cansó de las urbanizaciones. Ella se está reconciliando con una vieja amistad. Ella simplemente, está viviendo.


...puede que encontremos villancicos en primavera...








viernes, 20 de marzo de 2015

Aprendí a sobrevivir hace ya muchos años, cuando las aves carroñeras sobrevolaban mi cabellera. Y lo que no aprendí de supervivencia, estoy segura de que llegado el momento, conseguiré saber. Es por eso, que aunque me veas sangrando, o respirando con dificultad, no quiero que muevas ni un sólo músculo hacia la dirección que lleva a ayudarme. Al final, mi supervivencia es asunto mío, una obligación inscrita a fuego al nacer.

Sin embargo, no se me da del todo bien vivir. No sé me da del todo bien sentir más allá del frío, el hambre y el sueño. A veces, incluso me cuesta discernir si lo que estoy sintiendo es dolor, una pesadilla o una mente enferma. Se me da tremendamente mal sentirme viva, y averiguar si estoy despierta, dormida o moribunda. No logré graduarme en la escuela de las atracciones de feria de mi barrio. Desconozco lo que es subirse a la noria o ser víctima de la bruja del tren. No diré que no a quien me muestre como comprar los tickets, siempre que esté dispuesto a montar conmigo en el gusano loco.

Miento

Miento. Miento porque se me da bien. Miento porque es difícil que me descubran. Miento a menudo. Miento casi en cada oportunidad. Miento, pero no como todos los demás. Yo miento por placer. Me regodeo en la mentira, la exagero, la doy forma e incluso la decoro. Yo miento, sabiendo que miento. Y miento más sin darme cuenta. Miento cuando corro y no me canso. Cuando me salto las paradas para repostar. Cuando al caerme me levanto sin haberme hecho un rasguño. Cuando soy la última en cerrar los ojos. Miento incluso cuando quiero seguir andando.

No es energía infinita lo que tengo, es adrenalina. La adrenalina que produce el miedo. Miedo a parar. Miedo a mirar. Miedo a verme. Por eso huyo de la quietud. Por eso invento un nuevo recorrido en cada paso. Intentando dar esquinazo a esa voz interior que no es mía. Evitando detenerme por si la sombra de la realidad me alcanza. Levito creyendo que por eso desaparece el suelo.

Sin embargo, también soy honesta. Soy honesta porque envuelvo a quien me encuentro en mi giro eterno. Porque hago que el mundo crea en lo que yo creo. Porque respeto las mentiras y verdades que me encuentro decorando la ciudad. Porque sonrío a lo que veo y a lo que no veo. Porque esa sonrisa no es mentira. Porque sus antónimas tampoco son mentiras. Porque tan sólo truco el ritmo.

Puede que no esté avanzando, ni haciendo camino, puede que tan sólo esté huyendo. Pero huyo siendo yo misma.