Camisetas geniales!!!

"Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía". (Marcela Lagarde)

lunes, 28 de septiembre de 2015

Yo y tu. Tu y yo.

Yo tengo un fantasma y varios monstruos. Tu ya has conseguido superar esas pantallas de este juego que llaman vida. Tu tan grande y yo tan pequeña. Tu con tanto, yo con tan poco. Tu me abrigas. Yo te quito las sábanas.

Seguimos un camino desconocido sin saber el destino. Puede que lleguemos a una calle cortada. Puede que nos pasemos la vida dando vueltas en círculo. O puede que con tus hoyuelos espontáneos y mis notas improvisadas en la nevera consigamos ser felices. Yo soy kamikaze y tu paracaídas. No llego a la Luna y mucho menos al Sol, pero intentaré brillar todo lo que pueda.

Gracias por ser mi ciudad cuando se derrumba mi mundo.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Las cuatro esquinas

Desde hace algún tiempo vengo arrastrando la costumbre de observar durante horas las cuatro esquinas mágicas. Son mágicas porque encierran arte difícil de entender a simple vista. No siempre me paro en las mismas cuatro esquinas, aunque hay una pieza que contemplo más a menudo. Me gusta porque según el ángulo desde dónde la mires puedes observar unos matices u otros. Según la distancia a la que te encuentres, puedes apreciar distintos detalles que dotan a esta forma geométrica de mundos diferentes. Incluso, a veces, te devuelve un poco del mundo desde dónde miras. Esto sucede especialmente de noche, a la luz de la lámpara. Entre otras cosas, es mi preferida porque con el paso de los días va adquiriendo más detalles que parecen dibujar el peso de la vida.

Algunos días, como hoy, estoy especialmente melancólica y desearía introducirme en uno de los mundos que se ven dibujados entre esas cuatro esquinas. Sería una entrada triunfal, y una vez atravesada la barrera, recorrería el mundo a gran velocidad. A una velocidad tan grande que diese miedo. Tan rápido que fuese imposible de parar. Haciendo un estruendoso aterrizaje que me libere de la realidad del lado desde el que siempre miro.

Quizá algún día lo logre, o no. Quizá algún día deje de entender el arte. Quizá algún día el arte no se encuentre en un octavo piso. Quizá mañana. Sin embargo, esta noche, volveré a soñar con la ventana de mi habitación.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Mi estrella

Las estrellas son unos astros luminosos que se caracterizan principalmente por su magia. Tienen un gran poder ilusorio que consiste en aparecer y desaparecer sin que nos demos cuenta. Ponen bonitos puntos de luz en un oscuro cielo dominado por la Luna. Pintan un mapa de la vida que si lo aprendes bien jamás estarás perdido. Sin embargo, ni la Luna ni el Sol, tan grandes ellos, saben hacer esa magia.

Yo un día encontré mi estrella. Yo estaba perdida en un desierto, tan lleno de oasis, que apenas tenía sentido. La vi una noche de insomnio. No era la que más brillaba ni la más grande. Simplemente era la más especial. Brillaba mejor que ninguna, lo que la convertía en la estrella más bella que jamás pueda existir o imaginarse. Al amanecer, pensé que sólo podía tratarse de un espejismo de este macabro desierto que buscaba mi desesperación. Sin embargo, pasé varias noches viéndola, hasta que empecé a preguntarme si ella también me estaría viendo a mi.

Las siguientes semanas transcurrieron más de noche que de día. Y el día transcurría con la búsqueda de un mecanismo que me acercarse hacia aquella maravilla presente en el firmamento. Lo intenté todo, desde subirme a la palmera más alta, hasta la construcción de varios telescopios. No lograba comunicarme con ella, a pesar de los esfuerzos de ambos. Si, mi estrella cuando la miraba daba un rápido destello un poco mas grande del normal y así me hacía sentir que la fascinación era mutua.

Por fin, un día, el destino o unos extraterrestres muy adelantados, lograron darme una solución a mi problema. Cuando yo miraba a mi estrella, ella me enviaba un rayo de luz, que llegaba directamente a mi pecho. Un pequeño haz, casi imperceptible por el ojo humano (mis ojos en aquel momento no eran humanos, estaban enamorados). Esas partículas luminosas eran su pura esencia que enviaba a la tierra para hacer de cable interespacial y poder comunicarnos. Sorprendentemente, o yo entendía estrello sin problema, o ella hablaba en castellano. O no importaba tanto el idioma sino la energía con la que nos tocábamos. Era tan gratificante sentir el calor de sus caricias que a veces, incluso, olvidaba funciones tan vitales como comer o dormir. Ella se convirtió en el sentido de mi vida, y mirarla todas las noches en la rutina más placentera. Se convirtió en mi única obsesión. Una obsesión correspondida en la que la magia cargada de realidad se transformaba en una explosión de inmenso amor. Era la luz de mi vida. Me resucitó cuando estaba a punto de morir. Le dio un significado a mi vida y a mi misma. Y sin darme cuenta, hasta me transformó por completo.

Los problemas empezaron cuando ella me pidió que viajara por la línea incandescente que nos unía hasta tocarla de cerca. He de reconocer, que tarde varios meses en decidirme por el miedo que me producía el mundo exterior. Perdón, mejor dicho, el exterior del mundo. Sin embargo, tras varias noches escuchando su llanto, decidí emprender el viaje. Mi corazón estaba tan pleno e ilusionado que las dudas tan sólo servían de miguitas para volver a casa. Por fin la tenía a mi lado y pude recorrerla entera con las palmas de mis manos. Por fin pudimos estasiarnos con nuestra completa unión. Más allá de lo terrestre. Más allá de lo espacial. Magia y realidad. Divino y humano. El culmen de los sentimientos placenteros.

Sin embargo, no duró demasiado. Su magia no era lo bastante buena como para sustituir el oxígeno terrestre al que la estúpida de mi estaba acostumbrada. Mi primera estancia no duró mucho. Pero hubo más, muchas más. Tomábamos el tiempo necesario para recuperarme y atender mi vida de terrícola normal. En cuanto podía, me escapaba como un cohete sin frenos. Al pensar en aquellos momentos tan sólo puedo decir "felicidad intensa".

Cuando el desgaste de mis zapatillas hizo su mella, un día dejé de oírla. Todas las noches la veía en el cielo y me interponía entre su rayo y el resto del mundo. Sin embargo, era como si ya no me mirase. Y la incertidumbre agarrotó mi corazón. Mi corazón y el resto del cuerpo, pues me quedé inmóvil por varios años. Al despertar de mi letargo, un último aliento de valentía recorrí el hilo que nos unía para ir en su búsqueda. Llegué al final y no la encontré. No estaba. ¿Había desaparecido? ¿Cómo podía no estar si yo la veía todas las noches? ¿Cómo es posible tal engaño? Entonces me senté donde antaño estaba ella, y recordé las nociones básicas de astronomía. Mi estrella era tan fabulosa que estaba lejos de lo terrenal. Concretamente, a varios años luz del lugar que yo habitaba. Ella ya no estaba, pero su luz seguía llegando. La había perdido sin darme cuenta, desapareció mucho antes de mi viaje.

Esto me hizo pensar, que quizá también ella me miró mucho antes que yo ha ella. Imagino entonces su frustración, al fijarse en mí y yo ignorarla por desconocimiento. Había perdido varios años por ser invisible para mi y otros tantos por ser tan visible que no me percaté de que la perdía.
Y se fue y me dejó sola entre lo mundano. Con un destello en el que sólo estoy yo.

Quizá era demasiado poco para ella, quizá tardé demasiado en ir a buscarla. Quizá la obligaron a irse. Quizá se fue porque no quiso, porque no quiso quererme más. Quizá se largó para buscar un extraterrestre que también pudiese hacer magia. Quizá...quizá...quizá simplemente se cansó de mi y mi realidad. Quizá...quizá...quizá le guiñaba el ojo a más seres en todo el espacio y uno se la llevó. Quizá...quizá...quizá quiso recorrer el espacio que yo no podía ofrecerla y encontrar algo más apropiado a su categoría. Pero las estrellas nacen para alumbrar, por lo que supongo que ya está alumbrando otro corazón en otro planeta. A pesar de todo, tengo el orgullo de decir que soy la única persona en la faz de la tierra a la que amó una estrella. La mejor estrella del infinito y más allá.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

No me escuches

Óyeme pero no me escuches. Tan sólo quiero emocionarte sin significar. Como una canción alucinante en un idioma completamente desconocido. Impronunciable. Porque yo no busco conquistar las mentes. Busco hacerlas libres, y la primera a la mía. No quiero encerrar en un cuadro comprensible los sentimientos. No puedo acotarlos mediante fórmulas que caben en una hoja de papel, cómo si de  matemáticas se tratasen. Porque en la vida real, que no es la práctica, dos y dos no son cuatro y uno por cero siempre duele.  Necesito darle la potencia del arte, aunque no sea capaz de crear nada bonito. No puedo explicar lo que no comprendo. No quiero que nadie entienda las cosas alejadas de la razón.
Déjame pintar sobre tu piel miles de caminos, pero no me preguntes a dónde van. Cierra los ojos y siente la brisa de mi respiración, pero no quieras saber si mis pulmones están calcinados por el humo del tabaco. Escucha la melodía que bailo con mis labios, pero jamás podría contarte el compás.
Siénteme, víveme para hacerme libre. No me nombres, no me comprendas, no busques mis respuestas. No me trates como un problema que resolver porque no estoy hecha de ecuaciones. Trátame como si fuese arte para empujarme a la felicidad.

martes, 15 de septiembre de 2015

Esquela

Este escrito es para comunicar un hecho que en el momento mismo de producirse ha dejado de tener relevancia. Este acontecimiento se trata ni más ni menos que de mi muerte. Se desconoce la fecha exacta de este suceso, por lo que en la lápida no estará datada. Además dada la inusual importancia de un fenómeno de tales características, nadie pondrá objeción ni impedimento. Lo curioso es que, como anuncié al principio, justo antes de la muerte, mi fallecimiento habría arrastrado grandes consecuencias humanitarias.

Mi vida terminó porque perdió transcendencia. Había dejado de ser la fuerza imparable para ser el objeto "inamovible". Y como objeto móvil rodó y rodó hasta llegar al fin de su existencia. Esto ocurrió quizá por culpa de mi ego. Un ego desorbitado que poseía la extravagancia de los grandes artistas, aquellos que buscaban la inmortalidad por medio de su obra. Este ego ciego y tonto, centro su obra en los corazones ajenos. El material más difícil de esculpir. Tan frágil que en cada descanso de cincel pueden perderse las formas.

Podría haber bastado con pintar leves sonrisas, o contentarse con cantar susurros que ericen el vello a más de una persona. Incluso escribir poemas entre renglones de lunares habría sido un logro considerable. Sin embargo, era demasiado poco para alimentar tanta ambición desmedida. Quiso buscar la transcendencia en algo demasiado volátil. Quiso cambiar las normas establecidas y volver prescindible lo imprescindible.

Por más inverosímil que parezca, logré encontrar el material y la forma adecuada para calmar esa sed de grandeza. Por fin encontré el camino hacia mi obra maestra y una vez concluida, la dejé volar en un incauto acto de  generosidad.

Y se fue, se fue sabiendo lo que yo sé. Se fue sabiendo que sólo hay una mejor amiga, sólo hay una hermana preferida y sólamente puede haber una hija predilecta. Se fue dejándome la certeza de que lo único que puede haber más de una son amores. Se fue y al irse me hizo un poco más pequeña. Se fue y me devolvió a mi estatus de prescindible. Prescindible como los zombies queno se levantan de su caja. Tierra por encima, olvido por debajo.